Nota

Gabinete de curiosidades nº1

Francisco Castillo Cristi
Licenciado en Diseño
Universidad Mayor

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¿Podría adivinar cuál es la función de este artefacto?

Antes de que intente elucubrar una respuesta debo advertirle que éste es uno más de los miles de objetos muertos del siglo XIX. El periodo victoriano, al que pertenece nuestro curioso artefacto, fue probablemente la época en la que la especialización de objetos alcanzó su mayor auge; para cada acción humana, hábito y costumbre se fabricaba un objeto específico, para satisfacer así, hasta la más absurda necesidad.

Ahora que posee algunos elementos puede comenzar.  Si pensó que eran pinzas o tenazas para llevarse a la boca un pequeño bocado, como lo exigía la costumbre de la época, puesto que bajo ninguna circunstancia era permitido tomar con las manos los alimentos, a excepción del pan y algunos frutos, está tan lejos de la verdad como lo estuve yo al pensar que era un artículo de tocador utilizado por las damas para tomarse  el cabello en algún tipo de moño rápido e informal.  Y si persiste en pensar que es algún tipo de pinza, es decir un Instrumento cuyos extremos se aproximan para sujetar algo[1], debe desistir del todo de esa hipótesis, ya que nuestro objeto no fue creado para sujetar nada.

Probablemente, si no lo ha adivinado ya, se sienta algo confundido, no obstante está cercano a descubrir la función que esconde nuestro objeto.  En los tiempos en los que tenía una vida útil, llegó a ser un objeto imprescindible, en particular para las mujeres de sociedad, ya que permitía facilitar el uso de un accesorio, antes considerado una prenda importantísima e indispensable en las costumbres de la época. Una prenda con lenguaje propio y sujeto a estrictas normas de protocolo puesto que había uno especifico para cada ocasión y contexto. ¿Adivina de qué hablamos? Claro, hablamos de los guantes.

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Ilustraciones comienzos s.XX

La historia de los guantes tiene larga data: en 1922, con el hallazgo de la tumba de Tutankamón, fueron encontrados ejemplares de 3.300 años de antigüedad,de lino trenzado con diseños geométricos. E incluso una leyenda griega cuenta que Afrodita persiguiendo en el bosque a Adonis lastimó sus manos con unas espinas. Las tres Cárites, al escuchar sus lamentaciones, acudieron en su auxilio para unir livianas y delgadas tiras que formaron guantes en las manos de la diosa. Durante la Edad Media los guantes de cuero perfumados que se producían en España eran cotizados por la toda nobleza del viejo continente, sí, seguramente  para descansar de la fetidez de la época.

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Guantes de Tutankamón Reino Nuevo, XVIII Dinastía, Museo Egipcio de El Cairo

Existieron guantes de todos los tipos, de cuero curtido bordado con piedras preciosas, piel de cabrito, buey, alce, e incluso de piel de perro, pero sin duda los más extraños eran los de piel de pollo, que eran en extremo delgados para estilizar y hacer más blancas las manos femeninas, eran tan pequeños que podían guardarse dentro de la cascara de una nuez.  No es hasta el siglo XIV que los guantes de seda, terciopelo, encaje, algodón y lino, todos meticulosamente decorados, se instalaron en la alta sociedad. Sin embargo, durante el siglo XIX se produjo el verdadero culto a esta prenda, que se transformó en un estricto código social, particularmente para las mujeres. Había para la mañana, para la tarde, para cenas, para el teatro, para solteras, para viudas, para misa, para el invierno y el verano.

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Guantes procedentes de Palermo, 1220, Colección de joyas del Sacro Imperio Romano Germánico Palacio Imperial de Hofburg de Viena

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Guantes de noche, cuero, 1900, Brooklyn Museum Costume Collection, Metropolitan Museum of Art

Entonces, ¿de qué forma podría nuestro objeto facilitar el uso de los guantes?

Al haber una gran cantidad de tipos de guantes, también los había en un amplio espectro de materiales, siendo algunos, muy difíciles de poner en la mano, puesto que las cavidades de los dedos no siempre estaban preparadas para recibirlos, imagínese lo complejo que es ponerse unos guantes de cuero delgado o unos de delicado encaje, ambos casi impenetrables. Un problema con el que no podrían haber vivido las elegantes damas decimonónicas.

¿Encontró ya la respuesta?

Nuestro objeto en inglés posee el nombre Gloves stretchers, cuya traducción literal es ensanchador de guantes, y es eso precisamente lo que hacía. Al presionar los mangos de la pieza el extremo de punta redondeada se abría por medio de un resorte en su eje, con esto podía restituirse la cavidad de cada uno de los dedos del guante, que por la humedad propia de las manos perdían su forma. Es preciso recordar que en aquella época no existían las telas elásticas,  por lo que la existencia de nuestro artefacto adquiere tanto sentido como el de cualquier otro objeto de carácter utilitario. Por lo general eran de 20 centímetros de largo y fueron fabricados en madera, hueso, marfil y plata, algunos con incrustaciones de nácar y finos tallados.  La mayoría de los ejemplares formaba parte de un conjunto constituido por el ensanchador, un gancho para  meter los pequeños botones de los guantes en sus respectivos ojales y por supuesto, la caja para guantes, que eran largas y rectangulares de madera o cartón y forradas en terciopelo.

El uso de nuestro artefacto tuvo su apogeo durante la época victoriana hasta las primeras décadas del siglo XX, mientras las guerras daban un vuelco a las costumbres: en la sociedad la practicidad comenzó a imperar como principio, y la creación de nuevas telas elásticas fue dejando atrás la necesidad de utilizar este objeto tan específico, quedando reducido sólo a un recuerdo, ocupando espacio en el fondo de un cajón de tocador,  así tal como lo encontré.

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Caja de guantes forrada en seda Ensanchador de guantes de hueso. Circa 1840

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Ensanchador de guantes, marfil y plata labrada, circa 1860


[1]Diccionario de la lengua española(DRAE) 22° Edición