Francisco Castillo Cristi
Licenciado en Diseño
Universidad Mayor
La copa, el vaso con pedestal que hace más elegante y ceremoniosa la acción de beber, ha estado presente a lo largo de la historia desde tiempos remotos. En las tumbas de los reyes sumerios de Ur, en Mesopotamia, descubiertas por sir Leonard Woolley en 1922, fue encontrada una copa de oro con la que se cree que fue administrado el sedante que hizo dormir a los integrantes del séquito de la reina para ser enterrados vivos junto a ella. No siendo este el ejemplar más antiguo, los egipcios también contaban con copas, en el Nuevo Imperio era un objeto común, e incluso antes de ello, en el libro del Génesis se relata en la historia de José, hijo de Jacob (1840 – 1760 a.C), el supuesto robo de una copa de oro perteneciente al Faraón y, posteriormente, el robo de una copa de plata perteneciente a José, escondida en un costal de trigo. También en la cultura griega está presente la copa, Homero describe en la Ilíada la Copa de Néstor, rey de Pilos: “Una copa de bello contorno traída de casa por el anciano, tachonada con áureos clavos. Las asas que tenía eran cuatro. A ambos lados de cada asa dos palomas áureas picoteaban, y por debajo había dos soportes. Cualquier otro a duras penas podía moverla de la mesa estando llena, pero el anciano Néstor la alzaba sin fatiga” (Homero, Ilíada XI, 632).

Cáliz Egipcio de cerámica inspirado en la Flor de Loto Imperio Nuevo. Museos Reales de Arte e Historia de Bruselas

Copa de oro descubierta por Heinrich Schliemann en Micenas, 1876. La llamó «La Copa de Néstor» por su semejanza a la descrita por Homero en La Ilíada. Museo Nacional Arqueológico de Atenas
El uso de la copa continuó de manera ininterrumpida a lo largo de los siglos: como objeto de uso común para beber, y bajo el nombre de cáliz para ritos de carácter sagrado, en especial en el culto romano-cristiano. No olvidemos la fascinación extendida en las Cruzadas por la búsqueda del Santo Grial, la copa que supuestamente utilizó Cristo en su última cena.
Copas han habido de diversas formas y tamaños, con asas, pedestales altos, pequeños o con más de uno de estos. También los materiales que han servido para su fabricación han sido en extremo diversos, desde el más humilde y rudimentario barro a piedras traslúcidas, metales preciosos, marfil, porcelana, vidrio y cristal. Y, por supuesto, el arte que han volcado en ellas artistas y artesanos ha sido tan diverso como la evolución de la misma historia.
Sin duda, este es un tema digno de investigación y profundización por su permanencia histórica y artística. Sin embargo, el objetivo de esta nota no es hablar del universo de las copas, sino de una en particular.
Esta copa de forma ovoide tiene origen en la segunda mitad del siglo XVIII pero tuvo su apogeo entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, no obstante fue patentada recién en 1917 en Estados Unidos. Este tipo de copa no tiene más de ocho centímetros de altura y se fabricaba principalmente en vidrio azul cobalto, verde botella, ámbar y transparente.
Pero se preguntarán qué es lo que tiene de especial esta copa además de su forma y colores, qué es lo que la diferencia de cualquier copa pequeña de bajativo para jerez o menta. La respuesta es que esta copa, por raro que parezca, no fue creada para beber de ella y no tenía lugar en ninguna licorera. De hecho, normalmente podía verse en tocadores o botiquines de baño.
Si no es una copa para beber, entonces, se preguntarán cuál es la función de esta copa. La clave de la respuesta se encuentra en su forma ovoidal, ésta permite que la copa calce perfectamente con la forma de un ojo. Sí, nuestra copa es para los ojos. Se utilizaba para que la gente se hiciera lavados oculares, para tratar irritaciones e infecciones. Los lavados se hacían con agua de hierbas o con colirios que vendían las boticas en las icónicas botellas azul cobalto. Se utilizaba de la siguiente manera: se introducía la solución líquida en la copa, después se inclinaba la cabeza hacia abajo procurando calzar el ojo irritado con la copa. Una vez que éstos estaban en contacto, se presionaba suavemente y se volvía la cabeza hacia atrás de manera que la copa quedara invertida y el líquido entrara en el ojo.
Los avances en la industria farmacéutica dieron paso a la creación de medicamentos oculares con dosificación en gotas, reemplazando así a la copa lavaojos, no obstante, no han desaparecido del todo, aún se pueden encontrar algunos dispositivos de baño ocular, simplificados y de plástico.
Así que ya sabe, si algún día encuentra a alguien tomando de ella, cuéntele que hace un siglo más de alguien se lavó los ojos con esa copa.