Nota

Gabinete de curiosidades n° 3

por Francisco Castillo Cristi
Licenciado en Diseño
Universidad Mayor

    Raquel Aldunate

La Raquelita, mi mamá, tenía unas anécdotas para morirse, habrá sido por 1916, Santiago ya tenía estupendos tranvías eléctricos, todo el mundo los ocupaba, ricos y pobres, en carros diferenciados por clase, claro está. Mi mamá era una joven muy atractiva y distinguida, llevaba  enormes sombreros encintados, como era la moda de entonces. Un día, estando en el tranvía, la sorprendió de pronto nada menos que un pellizco en el traste. La Raquelita, que no era nada de tonta, controló el impulso de hacer  un escándalo. Esperó el momento oportuno para sacar de su sombrero el enorme alfiler con el que se lo fijaba al pelo, identificó al tipo y ¡puum!, se lo enterró en el traste,  y tras escuchar el alarido, la Raquelita se bajó del carro como si nada hubiera pasado. Mi abuela estaba sentada en su tocador, había encontrado un largo alfiler de plata, y así con su relato y particular estilo, me explicaba para qué servía ese extraño objeto.

El alfiler para sombrero servía como elemento de sujeción entre el sombrero y el cabello de la mujer. Generalmente se usaba en pares;  eran largos y sus cabezas estaban decoradas con diversos motivos, cristales e incluso joyas.

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Tuvo sus inicios en la Edad Media con la finalidad de fijar tocas y velos, no obstante,  no es hasta el siglo XIX que se transforma en parte imprescindible de la indumentaria femenina. A medida que iba quedando atrás la moda victoriana de utilizar sombreros sujetos con grandes cintas anudadas al cuello o nuca, la necesidad de fijarlos de manera discreta daba paso al uso masivo de los alfileres.

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En un comienzo la producción de este objeto estaba en manos de familias de artesanos, y su manufactura era delicada y lenta,  esto provocaba  gran escasez de alfileres frente a la enorme demanda que había por ellos.  Esa condición, de altamente necesarios pero escasos, les dio un gran valor simbólico, eran tan preciados que representaban parte importante del legado heredable de una mujer.   Posteriormente, en Estados Unidos se inventó una máquina capaz de producirlos en serie, de esta forma se masificaron e hicieron más asequibles. Sin embargo, muchos fabricantes continuaron desarrollando verdaderas piezas de joyería en ellos.

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Alfiler de sombrero, René Boivin, 1890, Francia

Inicialmente, los alfileres no superaban los 7 cm  dado que los sombreros de moda eran también pequeños, no obstante, en los albores del nuevo siglo los sombreros alcanzaron dimensiones tales que, a excepción del siglo XVIII, nunca antes se habían visto. Naturalmente el alfiler que lo sujetaba también aumentó de tamaño… a un tamaño peligroso.  Es definitivamente meritorio,  el valor que tenían las mujeres de la Belle Époque al llevar un amenazante  alfiler de 12 cm en sus cabezas. Por ello, dado el riesgo de clavarse el alfiler,  y probablemente después de numerosos accidentes, comenzaron los alfileres a incorporar un dispositivo terminal para la punta.

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Si bien el alfiler de sombrero es un objeto atractivo desde el punto de vista estético, y curioso desde un punto de vista funcional, su relación con una gran revolución social es definitivamente lo que lo hace ser un objeto tan interesante. Miles de mujeres con sus grandes sombreros y sus grandes alfileres, manifestándose en las calles por sus derechos ciudadanos: Las sufragistas.

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Es bien sabido cuán dura fue la lucha femenina por hacer valer su derecho a sufragar, manifestaciones y marchas que iniciaban como verdaderos desfiles alegóricos en muchas ocasiones terminaban en enfrentamientos cuerpo a cuerpo con los férreos opositores al voto femenino. Aquellos hombres, por supuesto, no contaban con que las mujeres a las que atacaban, tenían un secreto de doce centímetros escondido justo en sus cabezas, listo para defenderlas de cualquier abuso.

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Por esta razón, en muchos países, en especial en Estados Unidos e Inglaterra, se dictaron normas que regulaban el largo de los alfileres para sombrero, restringiendo además su uso, ya que podían ser utilizados como armas. En Noviembre de 1912, el New York Times publicaba: «La mala influencia de las mujeres guerreras de Gran Bretaña se ha extendido a sus colonias antípodas. Despachos de Sydney, Nueva Gales del Sur, dicen que sesenta mujeres militantes de esa ciudad han ido a la cárcel en lugar de pagar las multas moderadas que se les imponen por llevar armas asesinas en sus sombreros» (1 de Noviembre de 1912, New York Times).

Después de la Primera Guerra Mundial, la moda, al igual que todo lo demás, cambió. Los peinados femeninos de la década de 1920, ahora más cortos y sin moños, no daban lugar para un gran alfiler, no obstante, a pesar de ello siguieron utilizándose en los sombreros, sólo de forma decorativa por su valor estético. Esta moda duró hasta antes de la Segunda Guerra, pero ya en esa época solo las mujeres mayores los llevaban, ellas después de todo habían vivido el auge de este objeto. Después de la guerra y con la incorporación de la mujer al trabajo el uso de sombreros disminuyó significativamente y el alfiler de sombreros se transformaba en lo que es hoy: un objeto de colección que pocos conocen.

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