por Loreto Casanueva
Editora de CECLI
Caminar a través del cuadrante santiaguino delineado por las calles Merced, Irene Morales, Alameda y Lastarria es transitar por veredas que ostentan varios de los edificios creados por el gran arquitecto chileno Luciano Kulczewski (1896-1972). El edificio de la Gárgola, el de Merced 268, el de la esquina Coronel Bueras con Estados Unidos, su Casa-taller en Estados Unidos casi esquina Namur, el edificio del Cuervo y el Colegio de Arquitectos de Chile son obras que oscilan entre el art nouveau, el art déco y el neogótico, pobladas por dentro y por fuera por una flora y fauna mítica alucinante. Otras de sus creaciones pueden aun verse en pie en barrios tradicionales de la capital, como la Población Los Castaños, en Independencia, o la Población Keller, en Providencia.
Dentro del panorama arquitectónico chileno del primer tercio del siglo XX, Kulczewski se alza como una figura especial, única e instintiva. Proyectó cientos de casas, tanto para la clase obrera como para la burguesa, y dotó a cada una de ellas de una personalidad particular, a través de arcos de medio punto u ojivales, torres de impronta medieval, faroles de gran tamaño, ornamentos zoomórficos y florales, y escudos: no hay dos casas iguales, pues a Luciano le interesaba humanizar los espacios, personalizarlos. Y así como diseñó viviendas, también creó lugares de esparcimiento, como la majestuosa entrada del Funicular de Santiago y la (otrora) elegante Piscina escolar de la Universidad de Chile, en cuya fachada sobrevive la más linda tipografía santiaguina, acompañada de rayados y afiches a medio despegar.
Su visión de la arquitectura es la de un arte: «mi amor por la arquitectura me hace considerarla la más bella y madre de todas las artes» (ctd en Riquelme 17), le cuenta a Enrique Burmeister en 1969, su alumno en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, a quien le concedió una entrevista que hoy es un tesoro. Como puede deducirse a partir de la lectura de esa entrevista, la arquitectura la concebía como un arte cotidiano, de contemplación y uso diario, que hacía más cómoda y amena la vida. A través de la arquitectura, Luciano encauzaba su creatividad, mediante una matriz generalmente gótica, creando seres fantásticos y lúdicos, estimulando con ello la fantasía del espectador/ciudadano/habitante, dignificando los espacios y las particularidades de quienes los habitaban y frecuentaban. Probablemente, muchos lectores recordarán las extrañas criaturas escondidas en los rincones del castillo del funicular, que amenizaban (o perturbaban) los paseos de la infancia.
Dentro de su concepción artística de la arquitectura, la rúbrica o firma es fundamental. Luciano creó lo que hoy sería un logo, «un tag que hoy podríamos tildar de hip-hopero» (Paz). Su rúbrica, Arq L. Kulczweski G, en manuscrito color negro, muy curvo, y confeccionado con hierro forjado, pareciera situarnos en el instante mismo en que la «escribe». Esta firma se diferencia bastante de las dejadas por los arquitectos o ingenieros civiles de la época, que solían ser talladas en el costado de una fachada, con una tipografía tradicional e imprenta. Los más audaces mandaban a hacer su rúbrica en metal, pero nunca de una forma tan artística y llamativa como la de Kulczweski. Probablemente, Luciano nunca pensó que la sola pieza de hierro negro sería una obra de arte en sí, «que, de noche, ilustrados ladronzuelos intentan robar» (Paz).
Víctimas de robos, muchas fachadas kulczweskianas delatan su autoría por la huella que dejó sobre ellas el metal de la rúbrica con la luz del sol, mientras que hay otras cientas de viviendas que, se presume, fueron diseñadas por Luciano, pero cuya pertenencia no ha podido despejarse, justamente por la ausencia de firma o de planos.
En sus últimas obras arquitectónicas, creadas hacia los años 40, Luciano, «en una demostración de su sentido de unidad, modifica su firma reemplazando la tradicional grafía curvilínea por un par de líneas que registren su nombre en letras de geométrica factura, a la manera moderna» (Riquelme, 104), la cual puede observarse en casas como las de Población Madrid, en el Barrio Matta y en viviendas de aire art déco en Jose Domingo Cañas. Bajo esa consideración, es interesante que la rúbrica refleje el lenguaje estilístico que Luciano empleaba en determinados momentos de su carrera, lo que, me parece, hace aun más sensible la simpatía entre arte-pintura y arquitectura que se visualiza en su exquisita obra.
¡A caminar por esta ciudad con ojo atento y convertirnos en grafólogos que le siguen la pista a la firma de «Kul»!
Bibliografía
Burmeister, Enrique. «Aportes individuales al desarrollo de la arquitectura chilena: la obra del arquitecto señor Luciano Kulczewski». Seminario en Historia del Arte, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Santiago, 1969.
Paz, Sergio. «Regreso a la gárgola». Revista Capital Online, 24 de enero de 2014.
Riquelme, Fernando. «La arquitectura de Luciano Kulczewski: un ensayo entre el eclecticismo y el Movimiento Moderno en Chile». Santiago: Ediciones ARQ, 1996.