por Francisco Castillo Cristi
Licenciado en Diseño
Universidad Mayor
La tendencia a reducir el tamaño de los objetos funcionales, y sobre todo de la tecnología, podría considerarse como un fenómeno iniciado en el último tercio del siglo XX y que impera hasta nuestros días. Sin embargo, esta tendencia no sólo es propia de nuestra generación, a fines del siglo XIX de igual manera se apreciaba la producción de objetos de uso cotidiano que fueran pequeños y transportables. En particular, uno muy conocido y esencial para cualquier labor de costura: el dedal, que como bien es sabido es un utensilio de metal o de otro material duro que se pone en un dedo para empujar la aguja al coser[1]. No obstante, no es el objetivo de esta nota tratar simplemente de dedales, sino de exhibir uno extraordinariamente curioso, un dedal que no necesita ser guardado en ningún costurero, puesto que contiene uno en su interior.
Se trata de una pieza de plata finamente elaborada, no supera los 3,5 centímetros de largo, decorada con motivos náuticos, que posee un dispositivo convexo atornillado al dedal ̶ en su conjunto se asemeja a una minúscula coctelera ̶ , y su interior funciona como soporte para un pequeño carrete de hilo cuyo eje de bronce sirve de guarda-agujas. También posee una cadena, probablemente para ser colgado del cuello o de una cadena de bolsillo.

Dedal costurero auxiliar, c. 1900. Plata, bronce interior. La Corona de Oro, Scholhaus & Cia, La Paz. Colección Privada.
Existen pocas referencias sobre los dedales multipropósito, éste bien podría haber servido como costurero auxiliar o de emergencia, pues por su tamaño era fácil de de transportar. También es atribuible su uso a las mujeres, puesto que el dedal de hombre ̶ generalmente utilizado por sastres ̶ es de menor tamaño. Sin duda, fue un utensilio de enorme utilidad en una época en la que un botón fuera de lugar o una rasgadura en algún vestido, era algo tremendamente criminalizado por una sociedad repleta de códigos que normaban el modo apropiado de vestir.
Particularmente detrás del dedal, hay miles de años de historia, pues la necesidad de empujar una aguja, presionando sin lastimarse, existe desde que el hombre es capaz de realizar labores manuales tales como la costura. En excavaciones neolíticas de regiones europeas, del sudeste ruso, africanas y chinas, arqueólogos han encontrado diversos tipos de, lo que ellos denominaron, acutrudium o «empujadores de agujas», pequeñas piezas de piedra, hueso o madera utilizadas para la costura 10.000 años atrás[2]. En excavaciones en El Lisht, una localidad cercana a El Cairo, en Egipto, se han encontrado piezas de cuero utilizadas con el fin de proteger el dedo en la labor de costura con data entre el 1200-1000 a.C., pertenecientes al Reino Nuevo. Otros ejemplares de acutrudium, trabajados en bronce y con mayor grado de elaboración, fueron encontrados en sitios de ocupación romana y otomana, eran utilizados principalmente por hombres para coser gruesas telas en la construcción de tiendas de campaña en el 800 a.C.. Por su parte, en China, fueron halladas piezas similares a un anillo que se utilizaban en las labores de confección de la seda en el 200 -100 a.C.[3]
Sin embargo, evidencia de la existencia de dedales, tales como los conocemos hoy, solo han sido encontrados en las excavaciones romanas de Herculano, por ello algunos autores, atribuyen a éstos la invención del dedal.[4]
Durante el Medievo, los dedales tuvieron continuidad, aún más, una diversificación en sus tipologías. Un catálogo de antigüedades medievales publicado por la Real Academia de la Historia (España) distingue dedales de sastre y guarniceros fechados en los primeros siglos de la invasión islámica en la península ibérica, en el siglo VIII. [5]

Dedal de guarnicionero con inscripción. Bronce. Altura: 4,7cm. Diámetro máximo: 2,4 cm. Hispano-musulmán. Siglo X-XI. Epigrafía: baraka min Allah wa-yumn abadan, «la bendición de Dios y la felicidad por siempre». Museo Arqueológico Municipal de Jerez de la Frontera.
La historia de los dedales, elaborados principalmente en bronce y hierro, tuvo un cambio recién por el 1530, cuando los herreros en Núremberg descubrieron el aporte del zinc en la metalurgia, lo que dio paso a una mejor elaboración en las terminaciones y formas de este pequeño objeto. Casi dos siglos antes, Núremberg se había convertido en la capital de la producción de los más diversos y elaborados dedales de la época. No obstante, en el siglo XVII ciudades como Utrecht y Ámsterdam lideraron la producción de dedales en Europa. Los llamados Vingerhoeds[6] eran familias productoras de dedales que traspasaban sus conocimientos a través de las generaciones, capaces de producir tres millones y medio de dedales por año en 1687. Mientra, Inglaterra inició la industria dedalera hacia fines del siglo XVII, exportando sus productos a las colonias americanas. A mediados del siglo XVIII, Inglaterra producía dedales de diversos materiales y finamente elaborados con incrustaciones tan nobles como el oro y la plata, convirtiendo a los dedales en un objeto de lujo[7].
Es también durante el 1700 cuando empiezan a producirse dedales de cerámica y porcelana, la fábrica de porcelana alemana Meissen fue la iniciadora de esta moda, más tarde imitarían esta tendencia importantes firmas inglesas como lo fuera Royal Worcester. Estos dedales se producían como souvenir o como objet de galanterie.
Si bien los dedales de plata eran muy cotizados, por la nobleza de su material, y el acabado nivel de elaboración que la maleabilidad de éste permitía, tenían un gran desventaja pues al ser la plata un metal blando, era común que los dedales terminaran perforados por la presión de la aguja, dañando también a las personas que lo utilizaban. Es por eso que en 1884, el inglés Charles Horner generó una gran innovación para la producción de dedales de plata: incorporando un núcleo de resistente acero cubierto por ambos lados de plata. Estas piezas tomaron el nombre de “Dorcas”[8].
El 1800 fue el encargado de popularizar y diversificar la producción de dedales[9], de esta época es posible encontrar dedales esmaltados con motivos florales o paisajes típicos de ciudades, los que se producen como souvenir hasta el día de hoy, también se masifican los de porcelana, hueso y madera. Por su parte, los dedales de lujo diversificaron sus materialidades existiendo ejemplares de cristal, madreperla y marfil.
A fines del siglo XIX surgen piezas multifuncionales tales como el dedal “costurero de emergencia”: es posible encontrar algunas piezas muy elaboradas que contenían pequeñas huinchas de medir, objeto de gran utilidad para modistas y sastres, e incluso dedales que guardaban en su interior pequeños frascos de perfume.
El dedal ha prevalecido hasta nuestros días como objeto de uso cotidiano, ahora con una fabricación más precisa y ergonómica para las labores de costura. No obstante, también ha sobrevivido en su dimensión simbólica, como objeto de souvenir en muchas naciones. Estas piezas antiguas son, hoy en día, preciados objetos de colección. De todos modos, es paradójico que hoy, en una época donde la multifuncionalidad de los objetos es esencial y constituye un valor agregado, los dedales multipropósito no se continúen produciendo. Esto marca su obsolescencia, estado que las hace merecedoras de integrar este gabinete de curiosidades.
[1] Diccionario Normativo Galego – Castelán, 4° Edición, 2000, Editorial Galaxia
[2] M. C. Beaudry, Findings: the Material Culture of Needlework and Sewing, New Haven 2006.
[3] Op. Cit. Beaudry.
[4] Gertrude Whiting, Old-Time Tols & Toys of Needlework , Nueva York 1971.
[5] Eiroa Rodríguez, Jorge A. Antigüedades Medievales – Real Academia de la Historia. Catálogo del Gabinete de Antigüedades. Madrid, 2006
[6]Op. Cit. Beaudry.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] Eleonor Johnson, Thimbles and Thimbles Cases, Shire 2006.