por Marisol García Walls
Ensayista y licenciada en Letras
UNAM
Dice un antiguo proverbio japonés que un baño refresca el cuerpo, pero que una taza de té renueva el espíritu. Preguntarse sobre lo que puede una tetera, siguiendo la misma idea, no resulta ocioso: me atrevería a decir que en su resguardo, la tetera conserva, en su interior, el misterio.
Quizás sea por eso que parte de su historia está sumergida en el silencio; pese a que éstas han estado presentes en las mesas de la humanidad desde hace cientos de años, lo que se sabe de su invención y desarrollo es poco, unos cuantos datos obtenidos principalmente mediante conjeturas. Suponemos que la tetera es una derivación de los pozos de bronce que se usaban antiguamente en el oriente para contener bebidas alcohólicas, pero no se sabe con exactitud cómo fue que se convirtieron en utensilios específicos para hervir el té. Fue durante la dinastía Yuan (1271-1368) cuando se generalizó el uso de la tetera, lo cual trajo consigo una sofisticación de las técnicas para preparar esta bebida tanto como de los protocolos en torno suyo.
Entre las numerosas cerámicas chinas, las teteras de Yixing conservan un lugar especial en la historia y en la producción artesanal de este país. Están hechas de una arcilla fina y porosa cuyos colores van del morado que se obtiene al mezclar las arenas del lago y de lo alto del valle, al rojo y al verde, el color con más valor en el mercado. Estas teteras, que en su origen se usaban para preparar tés negros y oolongs, no se barnizan: después de un uso prolongado, el interior de la tetera va absorbiendo algo del té hasta formar una capa que concentra los olores y sabores de las hojas. El resultado es que, después de unos años, uno termina por preparar el té dentro del té mismo. Por eso las teteras de Yixing no se lavan más que con agua fría, y, de preferencia, se destinan solamente para un tipo específico de hebras.
Las teteras de Yixing destacan por su simplicidad y elegancia y se agrupan en torno a dos grandes categorías según su forma: las hua huo, ‘decoradas’, y las guang huo, ‘sin decoración’. Los artesanos que fabrican las primeras toman un concepto de la naturaleza y después, a partir de la observación y síntesis del concepto, lo asimilan dentro la forma que les sugiere el barro. Unos más desarrollan formas geométricas, mientras que otros se concentran en el ejercicio mimético: hacen teteras en forma de animales, frutas, raíces de loto y objetos de bronce o jade, así como artículos de la vida cotidiana.
Independientemente de su nivel de ornamentación, las teteras se fabrican a mano, sin ayuda del torno, y son moldeadas con finos utensilios de bambú. Puesto que los tres colores de arcilla se comportan de manera distinta dentro del horno, el artesano a cargo debe estar tan familiarizado con el proceso de moldeado como con los tiempos que exige el barro para secar, al igual que con las técnicas de horneado de las diferentes arcillas.
Por lo menos desde la dinastía Yuan, este material también se usa para hacer las tradicionales “mascotas del té”, animalitos cuya historia particular resulta tan quebradiza como la de las teteras, a pesar de su popularidad: suelen ser un elemento indispensable en las charolas de bambú de los amantes del té, que vierten agua sobre ellas para medir su temperatura y, de paso, sorprender a sus invitados.
Las mascotas más populares son un niño que hace pipí, ranas y tortugas, así como figuras zodiacales o míticas, entre las cuales destacan Pixiu y Qilin, listos para lanzar chorritos de agua o cambiar de color.
A partir del siglo xv, cuando las teteras de Yixing se empezaron a comercializar en mayor número, se desarrolló un intricado sistema de sellos o marcas en la parte inferior de la tetera, en el interior de la tapa o en uno de sus costados. Una de las fuentes arqueológicas más importantes para estudiar este tipo de sellos es el sitio en el que naufragó el Desaru, un barco chino que se hundió alrededor del 1840 en Malasia, llevando consigo un cargamento de porcelana.
Los sellos tradicionales están compuestos por cuatro caracteres, tres que forman el nombre del artesano y un cuarto que corresponde al caracter zhi 製, ‘fabricado por’. El orden de lectura de los caracteres, que con frecuencia están escritos con una tipografía especial para los sellos (una tipografía que también puede encontrarse en los papeles que envuelven los pasteles del pu’erh), es de derecha a izquierda y de arriba abajo. Se graban con un cuchillo de bambú o, a veces, con un simple alambre de metal.
A partir del siglo xix los sellos se sofisticaron tanto que pasaron a incluir, además del nombre del fabricante, otros elementos ornamentales y caligráficos. Hay sellos que incluyen versos de algún poema asociado con las montañas, el río o los manantiales, como en el siguiente ejemplo:
Este ejemplo resulta interesante, pues muestra cómo las teteras de Yixing se convirtieron en la superficie privilegiada de algunos calígrafos. En este caso, junto al poema, se lee “Wenbo”, que es el nombre del calígrafo y no del artesano que fabricó la tetera.
Con la llegada del siglo xx se estableció la Fábrica no. 1 en la provincia de Jiansu. Durante la invasión japonesa, muchos de ellos huyeron o se dispersaron por toda China, hasta que bajo el gobierno republicano la industria comenzó a revivir. Dejó de usarse el nombre individual del artesano y se comenzaron a marcar las teteras con un sello genérico, en consonancia con la idea de la República de que el arte debía servir a la colectividad y no como medio para que los creadores individuales obtuvieran fama. Las teteras utilitarias de este periodo, comúnmente conocidas como shui ping hu, se han convertido en objetos de coleccionista, aunque a veces su autenticidad es difícil de comprobar. Los sellos, que en su origen denotaban la proveniencia de la tetera, se convirtieron en objeto de falsificaciones (algunas de ellas muy precisas) por lo que, hoy en día, son elementos obsoletos para la tarea de identificar los trabajos de los grandes artesanos chinos.
El coleccionista experto se vale de otros signos –las pequeñas grietas en el interior de la tapa, el peso particular de una pieza, la suavidad de su tacto– para reconocer si una tetera es auténtica o si es una falsificación, lo cual no siempre tiene una connotación negativa: muchos son los ejemplos de teteras que se hicieron bajo la inspiración de los grandes artesanos y que llevan, en homenaje, sus firmas. En todo caso, la identificación de la tetera es un proceso de reconocimiento siempre mediado por el tacto.
Podríamos mostrar, llegado a este punto, nuestro acuerdo con Tanizaki para decir que sostener una tetera de Yixing, igual que sostener el cuenco de laca que sirve para guardar la sopa, es prestar las manos para una satisfacción comparable con los placeres más grandes de la vida. Podríamos decir, también, que levantar la tapa de la tetera es experimentar ese misterio: contemplar en sus profundidades oscuras el líquido cuyo color apenas se distingue del de las paredes, que se estanca en el fondo, y que se deja arropar por la oscuridad.
Bibliografía
Marshal N. (2008), Seals and inscriptions on Yixing pots.