Reseña

‘Listas memorables’ de Shaun Usher

por Loreto Casanueva
Editora de CECLI

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El acto de confeccionar listas existe desde que el ser humano escribe. Con ellas ordena, clasifica, planea, recuerda, esclarece. Incluso, hay listas que son un poderoso recurso narrativo, como las de James Joyce, Georges Perec y Julio Cortázar 1. Tipos de listas hay tantas como acciones y objetos hay en el mundo: listas de compras, playlists, manuales de instrucciones, to do lists, menús, listas negras, bucket lists, inventarios, rankings, decálogos, wishlists. Desde hace algunos años, el inglés Shaun Usher se ha dedicado a recopilar ejemplares de listados -de gran interés antropológico, de épocas y regiones diversas, de autores anónimos y célebres, manuscritas o mecanografiadas- en su blog Lists of note.

Tanto fue el entusiasmo que despertó el blog entre sus lectores que, en el año 2014, Usher publicó el libro homónimo, bajo el sello editorial Unbound, que compila 125 curiosas listas: desde un registro de excusas de trabajadores egipcios que no asistieron a su jornada laboral, hacia el año 1250 a.C., hasta las ideas que rondaban en la mente de Kurt Cobain para la realización del video de la canción «Smells like teen spirit». La edición que ahora reseñamos es una traducción al español, publicada por Salamandra en 2015, llamada Listas memorables, que desde su título juega con la doble condición de los listados que en ella se presentan: custodias de la memoria y dignas de ser recordadas.

A lo largo de este libro, Usher ofrece reproducciones y transcripciones de listados elaborados por personajes célebres como Leonardo da Vinci, Albert Einstein, Marilyn Monroe -quien, de hecho, nombra a este último como «amante soñado» en uno de sus escritos-, Susan Sontag y Jorge Luis Borges, donde detallan emociones tan profundas como el desamor y la esperanza, y acciones tan cotidianas como comprar u organizar la rutina diaria. Sin embargo, en CECLI queremos destacar algunos ejemplares que dan cuenta de la necesidad de inventariar adquisiciones, obsequios y objetos curiosos, revelando particulares visiones de mundo, aficiones, necesidades y protocolos, todas ellas creadas mayoritariamente en momentos de la historia en que los soportes escriturales eran mucho menos asequibles que hoy en día y, por ende, el acto mismo de escribir requería de un cuidado casi ritual.

La lista n° 8 de la antología está escrita en kotanés, y registra lo que Ratnavrksa y Praketu, monjes tibetanos, compraron en Dunhuang, por allá por el siglo X. La mayoría de los artículos adquiridos son textiles, como «tres mantas rojas de seda y trapos para lavar; cuatro trapos blancos gruesos . . . una manta plateada- dorada; un zapato de piel». El listado contempla el tipo de pieza comprada, su material, su color y, en ocasiones, su potencial uso. Este escrito, reproducido y traducido en el libro, es un maravilloso testimonio de las materias primas empleadas en China para la confección de indumentaria, siendo Dunhuang uno de los paraderos obligados de la llamada «Ruta de la Seda».

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

En la lista n° 23 nos encontramos con 152 objetos curiosos que tapizaban las paredes, los estantes y el techo del Café Don Saltero’s, en Londres, a fines del siglo XVII. Todas las rarezas eran parte de la colección del propietario de la cafetería, James Salter, y provenían de las más diversas latitudes. Con el fin de que los visitantes y comensales pudieran reconocer los objetos, recibían un ejemplar de A catalogue of the rarities to be seen at Don Saltero’s Coffee-House in Chelsea, catálogo que tuvo decenas de ediciones, conforme se agregaban nuevas piezas a las vitrinas. Una de ellas es la que se transcribe en el libro. Entre las reliquias contempladas en la lista -algunas realmente inverosímiles- se encuentran «un aparato español, o cinturón para evitar el adulterio, comúnmente conocido como ‘cinturón de castidad'», «un diente de caballito de mar», «los zapatos de coronación del rey Guillermo III», «un ataúd de pizarra para los huesos de un fraile, finamente tallado», «un chaleco chino para evitar el sudor», «dos antiguas flechas anchas de Robin Hood» e, incluso, «un niño petrificado». Así, este café se convirtió en una especie de gabinete de curiosidades, digno de un científico renacentista. Estos gabinetes, famosos especialmente en Italia desde fines de la Edad Media, albergaban objetos de la naturaleza así como artefactos, muchos de los cuales eran de dudosa procedencia porque, por ejemplo, constituían órganos de animales míticos. Gran parte de las rarezas expuestas en Don Saltero’s  pudieron haber despertado el escepticismo pero, de haber sido así, su dueño no estaba lejos de los prejuicios que recibieron los gabinetes. Y, así como los gabinetes, esta cafetería londinense atrajo un sinfín de turistas más curiosos que escépticos.

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Esta fotografía de la portada del catálogo de 1732 no figura en el libro. Proviene del blog Coffee in England.

Probablemente, la lista más larga de todas es una lista de regalos. Pero no de regalos cumpleañeros, sino de Año Nuevo, que recibió la Reina Isabel I de Inglaterra en la víspera de 1589. El gusto vestimentario de la reina era exigente y sus servidores, desde condes hasta gentilhombres, solían regalarle finos trajes y joyas, además de telas y piedras preciosas para confeccionar o refaccionar atuendos y accesorios, y así congraciarse con ella. Cada año, el armario y tocador de la reina se ampliaban exorbitantemente gracias a estos presentes. El catálogo, reproducido y traducido en el libro, enumera, avalúa y describe con detalle alrededor de 200 obsequios, algunos en bruto, como oro y plata, y otros ricamente elaborados, como «un sombrero de terciopelo negro con 13 botones de oro  y en cada uno de ellos un rubí o diamante», regalado por la condesa de Warwyk, o «unas enaguas de tela dorada, bordadas en negro y blanco con encaje de oro y lentejuelas dispuestas como olas de mar», de la baronesa Lady Paget, así como otros preciosos artilugios:»una bolsita para dulces confeccionada con muselina y un pequeño encaje de oro» y «unas tablas de escritura pequeñas esmaltadas con un saltamontes, todo de oro, esmaltadas en verde en la parte posterior y con una piña de oro que tiene una pequeña perla al final». Las minuciosas descripciones de estos regalos permiten imaginar las dimensiones no solo físicas, sino simbólicas del ajuar de la realeza: la íntima relación entre el poder y la imagen. En 1603, año en que muere la reina, su guadarropa albergaba 2.000 trajes. Lamentablemente, pocas piezas han sobrevivido, por lo que tanto las listas de regalos como los retratos pictóricos permiten hacerse una idea de los trajes, los cromatismos y las texturas predominantes en el estilo de vestir de Isabel I.

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

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«Queen Elizabeth I», autor desconocido, c. 1575.

La última lista que queremos destacar- y así dejar que se sorprendan con las demás, cuando tengan el libro entre sus manos- es una lista de compras de Galileo Galilei, que escribió a fines del año 1609, al reverso de una carta. En ella, enumera una serie de materiales que debía adquirir y acciones que debía emprender para llevar a cabo uno de sus más grandes proyectos: un telescopio que tuviera lentes fabricados por él mismo. Entre el equipo que necesitaba se encontraba: «cristal alemán pulido», «fragmentos de espejo» y «colofonia». Estos elementos conviven con otros anotados en su listado, como «zapatos y sombrero para Vincenzo» o «azúcar, pimienta, clavo, canela, especias, confituras», lo que le da una nota emotiva y personal.  Si no fuera por esa compra, Galileo no habría descubierto, a principios de 1610, las lunas de Júpiter.

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

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Fotografía por Gonzalo G. Galleguillos

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Detalle del lente del telescopio de Galileo Galilei, fines 1609- principios 1610, Museo Galileo, Florencia.

Estas son solo algunas de las variopintas listas que pueden encontrar en este gran libro-lista. Los textos están dispuestos aleatoriamente. En ese sentido, su orden:

  1. No sigue la tradicional lógica jerárquica de los listados, pero permite dar grandes saltos epocales, espaciales y disciplinarios, haciendo convivir a Nick Cave con Julia Child, Roland Barthes y un escriba anónimo griego del siglo III a.C..
  2. Despierta el asombro y la curiosidad.
  3. Impulsa el libre hojeo/ojeo.

¡Los invitamos a leer Listas memorables y a mantener el maravilloso -y, a veces, compulsivo- acto de escribir las propias!

Información Bibliográfica:
Autor: Shaun Usher (recopilador)
Editorial: Salamandra
Idioma: Español
Lugar de publicación: Barcelona
Año de publicación: 2015


 1. En su conferencia «El vértigo de las listas», presentada el 18 de febrero de 2010 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Sevilla, Umberto Eco hace una pequeña historia de las listas, clasificándolas en dos tipos: listas prácticas y listas poéticas. Eco profundiza en estas últimas, llamándolas impulsoras del «vértigo de un etcétera», pues enumeran eventos y seres imaginarios que desbordan el texto literario, así como también establece los ejes de una «poética de las listas», desde Homero hasta Joyce, pasando por las summae de tesoros medievales y el coleccionismo renacentista. Pueden encontrar una traducción del texto aquí.  Un año antes de dar esta conferencia, Eco había publicado un libro homónimo.