por CECLI
Bernardita Marambio es una diseñadora industrial chilena que conocimos el año pasado en las Primeras Jornadas sobre Objetos y Cultura Material y que nos encantó con la presentación de Proserpina, una preciosa colección que rescata artilugios del pasado, como el guardapelo, el lacrimatorio y el portaramillete mediante la fabricación digital, dándole alma a la impresión 3D. En esta entrevista, Bernardita nos cuenta sobre el proceso creativo que la llevó a materializar y actualizar estos maravillosos contenedores que tienen como fin guardar objetos orgánicos y/o efímeros como cabello, lágrimas y flores, y a su afán personal por «cachurear».
¿Cómo se gestó tu proyecto Proserpina?
Proserpina nace gracias a la invitación que realiza Fab Lab Santiago, Laboratorio de Fabricación Digital, a diseñadores, arquitectos y artistas a participar en el proyecto Maquinario, a través de la cual, con absoluta libertad podíamos diseñar un producto que tenía que ser fabricado de manera digital (corte láser, impresión 3D y corte CNC). Luego sería comercializado por medio de una tienda virtual, donde el cliente podía comprar el producto fabricado por Maquinario o bien los planos a un precio simbólico para poder fabricarlo donde él quisiera. Fue ese el motivo que me incentivó a diseñar mi colección de objetos personales de amor y muerte, Proserpina. En ese momento entendí que no se produciría en masa sino cuando fuera necesario y alguien verdaderamente lo quisiera, por lo tanto, no existiría un sobrestock del producto, lo que era coherente con la línea de diseño que vengo trabajando desde el 2010. Además, el equipo de trabajo de Maquinario es increíble, dispuestos a entender las ideas que uno llevaba y ayudar a materializarlas. Siempre trabajé de una manera más artesanal en mis procesos y el desafío de aprender esta tecnología fue muy enriquecedor tanto en el ámbito humano como en el laboral.
¿Cómo se desarrolló el proceso creativo?
El proceso creativo se inició con una etapa de investigación. Principalmente fue pensar en el contexto en que se estaba generando este proyecto, entender que la fabricación digital es parte de nuestra tercera revolución industrial. Esto fue para mí el punto más importante para empezar la conceptualización del diseño. Me remonté a saber qué había pasado en la Primera y en la Segunda revolución industrial para entender cómo las cosas han avanzado hasta ahora. Así entendí que en la Primera revolución industrial (1760–1830), que consiste en la mecanización de la industria, aunque el hombre está aún presente en los procesos. En la Segunda (1870-1914), se desarrolló la automatización, donde de lleno entra la máquina a trabajar a la par del hombre, reemplazando muchas partes de la cadena de producción, haciendo del hombre el ejecutor de una actividad repetitiva. Finalmente, la Tercera revolución (1945-hoy) consiste tanto en la de automatización como en la robotización, etapa en la que desaparece el hombre y este se reemplaza por un robot que es programado por el que antes usaba las manos para fabricar. En particular esta última etapa ha provocado que hoy en día se produzca en exceso, más rápido y más barato, pero no quiere decir que el producto sea de buena calidad y se haya creado bajo correctas condiciones laborales.
Dentro de esta investigación, me enfoqué en hechos de la segunda revolución industrial, especialmente en un personaje que estaba absolutamente en contra de ella, William Morris, británico fundador del movimiento Arts and Crafts, diseñador y artesano, además de un activista político del partido socialista. Morris fue el principal enemigo de la Revolución Industrial, luchando fervientemente a favor del trabajo del hombre quien, gracias a sus manos y su cerebro, es un ser libre y útil, cuyo autoestima se genera por ser un individuo pensante, capaz de generar belleza en base a su oficio. Logré llegar a una frase que fue clave para seguir adelante con el uso de esta tecnología a la cual yo me veía enfrentada, que el propio Morris pronunció cuando vio que este monstruo era imposible de atacar: “Debemos convertirnos en los amos de nuestras máquinas y usarlas como un instrumento para imponernos mejores condiciones de vida”.
Desde ahí me fui remontando al contexto y al escenario en donde esto se estaba generando, en plena Era Victoriana (1837 a 1901). Me sumergí en el estudio de la cultura material de la época, una inmensa y extensa cantidad objetos para cada acción humana, hábito y costumbre para satisfacer hasta la más absurda necesidad. Un dato importante a destacar es un hecho personal en la vida de la Reina Victoria que marca esta época, ella pasa 43 años -de los 63 de su reinado-, de luto tras la muerte de su esposo, el Rey Alberto. Por lo tanto, el tema de la muerte era algo recurrente, la Reina marcaba pauta a la hora de vestir de toda esa época y, por lo tanto, luto y moda irían de la mano generando tendencias.
Es así como llegué a los objetos personales sentimentales, y de la mano de la cita de Morris quise que las emociones y los sentimientos humanos fueran los que se apoderaran de la máquina, haciendo posible la creación de objetos “inútilmente necesarios” dentro de una sociedad que no se ha dado el tiempo de sentirlos. Es por eso que elegí estos cuatro objetos personales femeninos que hablan del amor, de la belleza, del deseo, de la muerte y la tristeza: el guardapelo, que se utiliza para llevar cerca del corazón un mechón de los cabellos del ser amado o fallecido; el lacrimatorio, donde se guardaban las lágrimas de dolor en símbolo de amor y cuando estas se evaporan el duelo termina; el portaramillete o también conocido como Tussie-Mussie, es un contenedor de un ramo de flores escogidas según su significado, para demostrar intenciones frente a la persona amada; el abanico, que según la posición y el movimiento expresaba sentimientos o intenciones.

Guardapelo, siglo XIX

Lacrimatorio, vidrio grabado, c. 1840-1900

Tussie mussie, siglo XIX.

La dama del velo, Alexander Roslin, 1768
Hasta este punto estaba en la conceptualización de todo lo que querían expresar los objetos, pero venía el desarrollo formal de cómo esto debía materializarse. Fue ahí donde entré en la siguiente investigación, ligada al estudio de las flores y su significado, la floriografía, que hizo que se desarrollara la botánica en Inglaterra. Las flores eran un medio de comunicación en la época victoriana, se demostraban sentimientos, generaban mensajes codificados. Por lo tanto, las flores eran las que me podían dar las formas de estos objetos que venían a comunicar y canalizar sentimientos íntimos. Elegí estudiar lo que en el lenguaje de las flores significaba “amor oculto”: la acacia. Al ver los dibujos botánicos de esta, inmediatamente vi en todo el desarrollo de la flor, desde la semilla a la floración, cuatro etapas que formaban mis objetos: la semilla, el guardapelo; el fruto, el lacrimatorio; el botón, portaramillete; y, finalmente, la flor el abanico. El oro, el cristal y las filigranas se reemplazan por materiales asequibles y llevados a la forma por medio de la fabricación digital.
La colección se llama Proserpina, diosa que da forma al mito de la primavera interpretada por Jane Burden en la obra de Dante Gabriel Rosetti en 1873. Jane era la mujer de William Morris y musa de Rosetti: ambos eran amigos, pero la musa y el pintor tenían una relación oculta. Proserpina fue la obra que simboliza todo lo que el pintor sentía por Jane Morris. Me imaginé los sentimientos de Jane y cómo ella podía ser la que utilizaba estos cuatro objetos que guardaban sus sentimientos y canalizaban su forma de conquistar a Dante con gestos.

Proserpina, Dante Gabriel Rosetti, 1873.
Con este proyecto, ¿buscas que el arte de guardar objetos como cabellos, lágrimas y flores se «reactive» o más bien expresar la posibilidad de que estos objetos puedan seguir siendo fabricados con materias primas actuales?
La decisión de crear estos objetos fue una forma simbólica de dar a entender que los sentimientos y emociones que antes se involucraban en procesos de producción hoy no importan, hoy no importa la mano que trabaja, el cerebro que piensa y desarrolla la técnica. Puedo ser muy categórica al pensar eso, pero lo que quise hacer con estos objetos fue darle alma y cuerpo a una máquina robotizada para imprimir en 3D.
¿Tienes planes de rescatar otros objetos obsoletos como estos, a través de tu particular proceso de fabricación?
Siendo diseñadora he aprendido de la historia, he ido relacionando la cultura material con hechos, contextos y escenarios que dan forma a mis proyectos. Me gusta que tengan relación con lo que pasa hoy. Además de aprender, al momento de contar de qué se tratan los demás también pueden entender cómo toda una época está marcada por los objetos. En mi corta trayectoria como diseñadora, los movimientos artísticos o hechos como el que expliqué anteriormente tienen mucha riqueza visual, conceptual y formal, de técnicas y materialidades, por lo tanto reinterpretarlos hoy es algo que quiero seguir haciendo sin duda.
¿Tienes alguna colección? ¿Guardas algún tipo de objeto como los contenedores que creaste en Proserpina?
Creo no tener una colección de algo en específico, junto muchas cosas similares, sobre todo para mi casa. Objetos encontrados en ferias libres, anticuarios y una que otra cosa heredada de mis abuelas y tías abuelas. No he tenido la oportunidad de tener objetos originales de los que diseñé, pero estoy ansiosa de encontrarlos en algún minuto.
¿Cuál es tu vínculo con las acciones de encontrar/guardar? ¿De qué manera son inspiradoras para tu trabajo?
“Cachurera» se puede decir que es una buena palabra que me define, tengo una obsesión por guardar cosas y dejármelas por mucho tiempo, tanto que algunas veces me siento atrapada por estar tan atada a ellas, pero definitivamente me da placer tenerlas y poder decorar mi casa o contar una historia a través de ellas, todas tienen algo que decir. El filtro es que sean cosas de mucho valor y de muy bajo costo, hasta algo que alguien haya botado a la basura, me lo imagino pintado y en uso en mi casa. Estos objetos conviven en mi espacio, en el cual trabajo. Sin duda, son mi inspiración para diseñar, les tomo fotos y a veces hasta los regalo si siento que alguien los cuidará como yo.
¡Muchas gracias a Bernardita por concedernos el placer de escucharla y leerla!