¿Cómo va todo? ¿Ya florecen los aromos por ese lado del mundo? ¿Cómo está Gastón? Siento tanto estar lejos y no poder ir a verlos. Es triste no tomarnos nuestro té semanal en el café que quedaba justo entre tu departamento y el mío. Me siento muy sola en este viaje ¿sabes? Todavía no conozco mucha gente. Como has de imaginar, soy pésima haciendo amigos nuevos. Creo que me tomará un tiempo poder desenvolverme bien en esta ciudad hermosa y desconocida, como dice el gran Mario Hugo.
Te escribo porque encontré el link de una página que me recordó muchísimo a ti y que, uff, tiene todo que ver con las cosas que me han estado pasando. ¿Te acuerdas del artículo que estoy escribiendo sobre el tópico del dulce amor amargo en la iconografía, la pintura y la poesía del siglo XVI? Bueno, justo me tocó leer un texto buenísimo del tema donde se vinculaba una pintura de Durero con el emblema de Alciato que más me gusta, ese donde sale Cupido quejándose porque mientras trataba de sacar miel de una colmena, las abejas lo pican. La miel es dulce y la picada de la abeja, amarga, igual que el amor puede ser dulce y amargo a la vez, dicen los versos que acompañan los grabados.
Desde que estoy leyendo sobre el tema, las abejas me aparecen ¡en todas partes! Fui, con mi amigo Federico, a una feria de micro-editoriales y compré los plaquettes de Cuadro de Tiza que traducen los poemas “Bees” de Silvia Plath; Alberto estaba leyendo un libro de Lope de Vega (el segundo acto del El guardián de la membrillana) y encontró unos versos donde se reescribe el emblema de Alciato en clave bucólica; en el feed de Facebook me apareció una publicación de Richard Norman con el libro de Randall Davies, “Books of Nonesense”, encuadernado por Hannah Brown: las tapas son mosaicos en un pleno cuero que retratan la forma en que un enjambre de abejas entra y sale de su panal. Es hermoso. ¿Te acuerdas, además, que te conté del diseño del tatuaje que me quiero hacer a fin de mes donde aparecen algunas abejas extrayendo el polen de un manojo de fresias? Es que la metáfora de Séneca que habla sobre la producción de la miel como una analogía al acto de la escritura me parece fascinante. Pienso en ti cuando leo sobre abejas porque sé que te encantan los diseños de Elsa Schiaparelli basados en celdas de panales e insectos, como el vestido que vimos en la exposición de la indumentaria de Eugenia Huici hace varios meses. Me acuerdo de ese prendedor que tienes de un pequeño abejorro amarillo y negro.
Bueno, el asunto es que ayer, navegando, encontré esta página y me enamoré: www.beesinart.com ¡En internet hay para todo (tienen hasta página de Facebook)! Es una galería de arte online dedicada exclusivamente a obras donde aparecen abejas y panales, ya sea verbal o pictóricamente. Hasta tienen una de las variaciones de la pintura de Lucas Cranach Venus y Cupido con el panal de miel (c. 1530). Obvio que a partir de eso hice una mini búsqueda y encontré algunas cosas, como la obra de la artista canadiense Aganetha Dyck, quien deja a la intemperie figuras de cerámica u objetos cotidianos para que las abejas fabriquen sus colmenas sobre ellas ¿Te acuerdas que nos compartimos imágenes de sus figurines hace años en nuestros primeros acercamientos a la cultura material y el arte contemporáneo?
También encontré el trabajo de Sarah Hatton titulado Bee work: hace composiciones circulares simétricas a partir de ¡cadáveres de abejas! (Al principio no me di cuenta porque si las miras de lejos parecen ilustraciones a lápiz). En su página escribe: “I created my Bee Works to draw attention to the global bee decline and its link to neonic pesticides and monoculture farming practices. I arranged thousands of dead bees in dizzying cropcircles – symbolic of the effect of neurotoxins on the bee’s ability to navigate”. Es muy fuerte.
Me he topado, además, con un montón de dibujos de abejas en esa área de la ilustración científica que se cruza con el arte–las del artista francés Eugene Alain Seguy, gran gran cosa–y me fue inevitable terminar en la copia que hay en la biblioteca del bestiario medieval de Aberdeen.
Aunque los animalarios están llenos de este tipo de representaciones, una de mis favoritas está en el libro El aprendizaje amoroso ilustrado por Emmanuelle Houdart el 2008. Es un dibujo muy marginal. Quizás por eso me gusta tanto. ¡Si te cruzas con él, no dejes de contarme!
Dejo esta carta hasta acá porque debo partir. Tengo que ir a juntarme con Alberto a tomar el té. Procuraré echarle muchísima miel.
Te abrazo,
Jacinta