Nota

Cabellos, lazos y redes en 3 textos medievales

por Adam Vázquez
Universidad de Saskatchewan

Hablemos primero del modelo, hablemos de cabellos. Cligés de Chrétien de Troyes cuenta al principio la historia del romance entre Alejandro, caballero ejemplar, y Soredamor, la más bella de las damas. Alejandro viene de tierras lejanas para ser ordenado caballero por nada más ni menos que el Rey Arturo. Por lo mismo debe mostrar su valía, lo que también sirve para enamorar a Soredamor. La reina se da cuenta del enamoramiento y, a manera de una alcahueta pero sin la malicia de éstas, echa a andar un plan para facilitar el cortejo de ambos. Hay un elemento fundamental: una camisa que para la reina tejió Soredamor que entre los hilos de oro bordados que tiene, cuenta con un cabello de la enamorada, tan brillante, tan hermoso, que hace al mismo oro palidecer. La reina como muestra de buena fe, regala dicha camisa a Alejandro y más adelante, cuando ya preso de la enfermedad de amor, escucha de boca de Soredamor cómo fue confeccionada la camisa, ocurre lo siguiente:

La joven arde de pudor y vergüenza, pero cuenta la historia de buena gana, pues desea que Alejandro escuche la verdad, y él siente tal alegría al escucharla, cuando esta cuenta y describe cómo fue hecha la camisa, que a duras penas se contiene de inclinarse y adorar el fino cabello que contempla. Sus compañeros y la reina que estaba allí delante, le molestan y le contrarían: por ellos no se atreve a llevar la camisa hasta los ojos y hasta la boca, donde la habría llevado con sumo gusto, si supiera que no le veían. Está contento por tener tanto de su amiga, pues no piensa ni espera alcanzar jamás otro bien de ella. Su deseo le hace dudar, sin embargo, cuando tiene ocasión, besa la camisa más de cien mil veces. Siente durante toda la noche una inmensa alegría pero bien se guarda de que nadie le vea. Cuando está acostado en su lecho, encuentra gozo, deleite y placer en lo que no puede dárselo. Durante toda la noche abraza la camisa y cuando contempla el cabello, cree ser señor del mundo entero. (Cligés 93-94)

Habrá la persona moderna que diga que qué exageración porque es demasiado rollo por un cabello. Vaya, no creo que esté completamente equivocado, pero el tema del cabello es uno interesante y si no se pueden relacionar con algo que tiene una tradición dentro de la sensualidad tan nutrida, tal vez Scarlett Johansson se los pueda mostrar de mejor manera (1:48):

 

Recordemos que el cabello es uno de los elementos codificados de la sensualidad. Pensemos, por ejemplo, en los velos que cubren las cabezas de las mujeres, en los velos que resguardan su cabellera. Retirarse el velo tiene un valor simbólico claramente codificado en la celebración de un matrimonio. El velo se convierte en un himen que está reservado sólo para un hombre dentro de la más conservadora tradición del amor. En las bodas el “ya puede besar a la novia» está precedido del acto locutivo: “los declaro marido y mujer”. A partir de que el cura pronuncia esa oración, los individuos están unidos en matrimonio, es entonces que el varón retira el velo del rostro de la dama (ahora ya tiene derecho) y la besa: el beso es aquí una sublimación del acto sexual: en vez de los mundanos genitales, participan los órganos que nos dan la dignidad de seres pensantes: la cabeza, los ojos, la lengua. Así, el beso se convierte en el sexo del lenguaje. Pero volvamos al cabello, es importante que quede claro que el cabello lleva tiempo participando del discurso de la sensualidad.

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Letra capital «C» (de coniugium, ‘matrimonio’), Royal 6. E. vi, f. 375, c. 1360- 1375.

El texto de Chrétien de Troyes antecede a uno de los clásicos de la literatura española que quizá resuene en la cabeza de los lectores: La Celestina de Fernando de Rojas. ¿Por qué resonaría tal obra ahora? Por el cordón de Melibea, que como apunta Celestina “es fama que ha tocado todas las reliquias que hay en Roma y Jerusalén” (318), lo que en el contexto de la obra, puede fácilmente ser leído como un eufemismo: el cordón que Celestina le pide a Melibea es el que rodea su cintura, así que las reliquias, particularmente en un texto en el que Calisto ha declarado que tiene a Melibea por un dios, no son las reliquias de la tradición cristiana.  Después de que Celestina le da el cordón al enamorado, Calisto exclama:

¡O nuevo huésped! ¡O bienaventurado cordón, que tanto poder y merescimiento toviste de ceñir aquel cuerpo que yo no soy digno de servir! ¡O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos! […]Que azas bien me fuera del cielo otorgado que de mis braços fueras fecho y texido. (349-351)

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Cinturón femenino, c. 1350-1400. Met Museum.

En realidad Calisto exclama muchas más cosas, pero con una muestra basta. Celestina encuentra tan ridículo a Calisto que le dice: “Señor, ¿por holgar con el cordón no querrás gozar de Melibea?” (352). Es aquí donde encontramos ese canto que cambia el tono: el amor en Cligés es más cercano a la tragedia mientras que claramente Calisto es una parodia burlesca del amante cortés. En su contexto, el discurso de Alejandro no puede ser tomado a broma, mientras que el discurso de Calisto no podría ser tomado en serio gracias a las intervenciones de Celestina. Pero, y es que aquí me interesa hablar de cabellos y cuerdas, habría que notar que la actitud de Alejandro y la de Calisto, a pesar de ser similares, o gracias a ello, se pueden analizar más profundamente para entender que las sutiles diferencias son de suma importancia para la caracterización de los personajes. El cabello que adora Alejandro proviene de la cabeza de Soredamor, mientras que el cordón que tiene Calisto viene de la cintura de Melibea. Aquí debemos invitar las connotaciones de sublime/terreno dado que en eso estriba la diferencia entre ambos personajes.

Grabado de Comedia de Calisto y Melibea, impresa por Fadrique de Basilea, Burgos, 1499.

Es por eso sorprendente que a pesar de que hay funciones distintas detrás de los elementos (cabello/cordón), ambos compartan esa característica tan esencial que es semejar un hilo. Al respecto puede resultar ilustrativo algo que de manera casi tangencial, Ioan P. Culianu apuntó acerca de las redes cuando habla de la magia y el amor. Dice Culianu:

En efecto, ¿qué hace el enamorado, con todos sus gestos, palabras, favores y obsequios, si no crear una red mágica alrededor del objeto de su amor? Todos los medios de persuasión que pone en funcionamiento son otros tantos medios mágicos cuya finalidad es atar al otro. Ficino mismo utiliza, en una ocasión, el término rete, que significa “malla” o “red”. Hablando con propiedad, se puede decir que el amante y el mago hacen lo mismo: lanzan sus “redes” para apoderarse de ciertos objetos, para atraerlos y arrastrarlos hacia ellos. (130)

A final de cuentas, tomando en cuenta lo dicho por Culianu, la aparente coincidencia gratuita de cabello/cordón=hilo pertenece a una tradición que entiende que el amor es un (aquí una palabra que tiene corriente en la brujería popular de nuestros días) amarre entre dos personas. Recordemos que Celestina entró a casa de Melibea con la excusa de “vender un poco de hilado con que tengo caçadas más de treynta” (341). Celestina explica que con el pretexto de vender hilo, entra a la casa de Melibea, y que este hilo le ha ayudado a casar a más de treinta. El hilo, como bien saben los lectores de Celestina, está encantado y su magia ayudará a unir a Melibea y a Calisto. Así, podemos tomar un poco de distancia y darnos cuenta de que Celestina va a casa de Melibea para vender hilado, sale de ella con un cordón que lleva a casa de Calisto. ¿Qué es eso sino tejer una red que involucra a los amantes?

De la misma manera en Cligés vemos que es la reina la que, por medio del regalo de la camisa con el cabello de Soredamor, teje ese amarre entre Alejandro y su amada. Hay que señalar también que la red como imagen del amor la podemos encontrar en el texto: cuando Fenice se pregunta por qué Cligés le dijo que era todo suyo, dice en privado soliloquio “Cligés no habría dicho de ninguna manera que era todo mío si Amor no lo tuviera en sus redes” (182). Esto tampoco es una coincidencia entre dos obras, recordemos que en Sir Gawain and the Green Knight el tercer regalo que recibe el sobrino del Rey Arturo de parte de una mujer que ha intentado seducirlo una buena parte de la narración, es una suerte de cinturón (girdle) que tiene propiedades mágicas. En realidad poco importa aquí la función narrativa del cinturón, baste con señalar que era “a poor rag, really –a most improper gift./ Yet the person who knows the power of its knots/ would perhaps gauge it at a greater price” (vv. 1848-1850). Aquí el autor juega con una referencia compartida por todos los que conocen el código del amor cortés: estos hilos y listones están destinados a amarrar destinos.

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Esta comparación entre obras muestra cómo sus similitudes estructurales al llenarse del contenido propio, dan cuenta del tipo de amor al que nos enfrentamos: ya hemos mencionado el contraste entre cabello y cordón, pero también podríamos mencionar que en un caso es la reina esposa del Rey Arturo la que une a los amantes mientras que en el otro es una alcahueta que no pocas veces es referida como “puta vieja” en la obra; de la misma manera podríamos hacer una comparación entre los mismísimos amantes. El propósito principal, sin embargo, era poner de manifiesto que la elección de cabello y/o cordón no es gratuita.

Viene a mi mente una escena de mi vida en la preparatoria. Un amigo y yo fuimos a atestiguar la unión matrimonial falsa de otro amigo con su novio. Mientras mi amigo y yo veíamos el ritual pagano, él se quejaba de que le habían cortado mal el pelo y que como lo tenía muy corto, no podía hablarle a la chica que le gustaba: “No wey, no tengo pelo, no tengo con qué”. Ese día no hubo dinero para anillos, pero sí para un mecate con que los autonombrados padrinos los amarraban con violencia. Así, metafóricamente, los novios no se separarían jamás. Ahí está su cabello, ahí está su lazo.