por Marisol García Walls
Ensayista y licenciada en Letras
UNAM
Ubicado en el barrio de Kreuzberg, en Berlín oriental, el Museum der Dinge se encuentra en la segunda planta del número 25 de la Oranienstraße. La caída de una tormenta de nieve en un día especialmente frío nos anima a entrar y visitar el museo. Después de subir la escalera que lleva al segundo piso, R. y yo dejamos nuestros abrigos en el vestíbulo y comenzamos a recorrer los gabinetes que custodian una de las colecciones de objetos más interesantes que hemos visto hasta ahora.

Vista interior de los gabinetes del Museum der Dinge. Imagen de Trip Advisor.
El Museum der Dinge se ocupa de recuperar la cultura material de los siglos XX y XXI, época en la que los objetos que cotidianamente llamamos «cosas» empiezan a ser producidos industrialmente y, por ende, en escala masiva, alejados de la producción artesanal. Sobre esta premisa, el museo reflexiona sobre sus propias colecciones, abordando la problemática entre los objetos artísticos y los objetos funcionales, entre los objetos de marca y el diseño anónimo, entre el objeto minimalista y el kitsch decorativo, así como entre los materiales «genuinos» y los sustitutos propios de la producción industrial que caracteriza el siglo anterior.
Sobre el trabajo de la Deutscher Werkbund
Al principio de nuestra visita, no sabemos muy bien por dónde empezar. El museo actualmente alberga un acervo que supera los 40,000 objetos. Hay dos principios curatoriales que guían nuestro paseo: el primero tiene que ver con mostrar el trabajo de la Deutscher Werkbund, una asociación fundada en 1907 por artistas, industriales y figuras políticas que, como movimiento utópico de principios del siglo XX, se dedicó a promover e instruir en el gusto por la modernidad en todas las instancias de la vida diaria, sobre todo en el diseño, la arquitectura y el urbanismo. El Museum der Dinge dedica los gabinetes centrales al trabajo de esta asociación. Vemos desde sus inicios hasta su influencia, todavía visible, en productos de diseño alemán. La bandera programática de la Werkbund —eliminar el mal gusto para poder reconocer el buen gusto— que pronto se convirtió en una práctica institucionalizada, se refleja en las primeras vitrinas: en 1909, Gustav Pazaurek inauguró el Departamento de Aberraciones Estéticas, y ahora el museo usa algunas de sus etiquetas emblemáticas para ordenar esta parte del acervo: «Errores materiales», «Errores de diseño», «Errores decorativos» y «Kitsch» son algunas de las categorías expuestas.
Colección de objetos
A paso lento continuamos con nuestro paseo. Afuera la nieve sigue cayendo en el patio interior. Pienso que el Museum der Dinge es un lugar en donde la museografía y la curaduría van de la mano: los objetos preservados los gabinetes emulan de curiosidades de los siglos XVI y XVII se preservaban las maravillas pertenecientes a los reinos animal, vegetal y mineral. A un costado, pegados a la pared, hay muchos gabinetes cuyos objetos empiezan a llamar mi atención.
Tenemos que regresar para verlos completos, pues ellos constituyen el segundo principio guía de nuestra visita: los objetos que viven en estas vitrinas se agrupan tanto temáticamente como por sus formas, mostrando los distintos tipos de relaciones que entablan entre sí, a veces desde la afinidad, a veces desde la diferencia. Objetos de la naturaleza —conchas, esponjas, caracoles— conviven con los que hacen referencia al cuerpo y éstos, a su vez, con los objetos agrupados según el material del que están hechos —plásticos, cerámica, madera-.
La colección cobra vida en sus contrastes, pero también en los sutiles principios estéticos que generan paradigmas: en la vitrina sobre «plagios y citas» la Mona Lisa nos devuelve la mirada en infinidad de versiones: camafeo y espejo, camiseta y posavasos, taza para el café de la mañana, par de aretes, poster a color.
Ocho lecciones sobre el objeto

Cartel de la exposición «Object Lessons». Imagen del Museum der Dinge.
Nuestra visita se acerca a su fin cuando llegamos hasta el fondo del museo y nos adentramos en la sala dedicada a la exposición temporal “Object Lessons. La historia de la educación material en ocho capítulos”. La exposición se centra en cómo se adquiere conocimiento con, en y a través de los objetos a partir de ocho lecciones: en la escuela, en las ciencias, en el archivo y el internet, en el comercio, en casa, en las manualidades, y en novelas y películas: el mundo se aprehende a través de la materialidad desde el libro, como custodio de saberes, hasta las cajas elaboradas en el siglo XIX que contienen más de cien materiales para enseñar a los niños las palabras del vocabulario cotidiano: caracol, piedra, azúcar. Oro, arena, tinta. Libros y cajas son los principios educativos detrás del método heredado del pedagogo suizo Johann Pestalozzi que consiste en generar diálogos con los niños a través de los sentidos para que, literalmente, aprehendan al mundo a través de éstos.
A la salida, al final de nuestra visita, una máquina nos pide una moneda de dos euros a cambio de un souvenir del museo: el contenido, claro, está en un sobre sellado.

Lección uno: cabeza, corazón y mano en la exposición temporal «Object Lessons». Imagen de Christian Richters.