por Francisco de Segovia Martínez
Escuela de Diseño UC
El Centro de Extensión UC vuelve a deleitarnos con la riqueza material y cultural de la colección Joaquín Gandarillas Infante presentándonos, en esta oportunidad, el boato resplandeciente de la platería colonial. “De la mesa al altar: platería virreinal” es la invitación que nos hace Isabel Cruz de Amenábar, curadora de la colección, para enseñarnos la carga histórica de los objetos exhibidos, analizando su contexto de producción y usos. Las piezas pertenecen tanto al ámbito doméstico como al círculo religioso, y es en este sentido que el título que abraza toda la exposición no puede ser más preciso: ambos aspectos, dispuestos ahora en un solo espacio, estuvieron tan fuertemente ligados a la vida cotidiana que los miembros de aquella sociedad colonial se desplazaban de un contexto a otro sin el mayor recelo.

“Pebetero y hornillo en forma de ave” Plateros no identificados Siglos XVIII, tercer tercio – siglo XIX, primero o segundo tercio. Virreinato del Perú. Plata fundida, martillada, repujada, cincelada, calada y recortada. Fotografías: Centro de Extensión Pontificia Universidad Católica de Chile.
Desde los primeros tiempos de la Conquista, la platería en América constituyó uno de los bienes más preciados, y el metal, a su vez, uno de los más controversiales, pues su explotación no fue ajena al dolor con que gran cantidad de indígenas y otros mestizos hubieron de sucumbir para su obtención. Un ejemplo importante vino luego al descubrimiento del Cerro Rico de Potosí, lo que marcó un punto de inflexión para la economía, la política, y por supuesto la orfebrería del virreinato; el cerro en parte solventó las decenas de guerras libradas por el imperio español en el Viejo mundo, cubriendo así una gran herida económica en la península ibérica. Pero por otro, fuera de la acuñación de monedas tan necesarias para los emolumentos de la administración, fue la materia prima de varias de las tipologías que se exponen.
Ya advertíamos el uso de la plata en los hogares del período, en los que constituía un verdadero tesoro. En este sentido, muchas de las dotes matrimoniales de la aristocracia, sino la mayoría, no estuvieron representadas en la exposición como se podría esperar por monedas o joyas necesariamente, sino por mates, cucharas, bacinicas, palanganas, candelabros, fuentes y platos bajo la denominación de plata labrada, ejemplares que en esta oportunidad pudimos ver desplegados en un punto central de la sala, recordándonos que la plana mayor de la sociedad se ufanaba de haber concedido banquetes en vajilla de plata.

“Tetera” Platero no identificado Siglo XIX, primer tercio. Perú, Chile. Plata fundida, moldeada, cincelada y burilada. Fotografías: Centro de Extensión Pontificia Universidad Católica de Chile.

“Corona” Plateros no identificados Siglo XVIII, tercer tercio – siglo XIX, primer tercio. Virreinato del Perú y Chile. Plata fundida, martillada, repujada, calada y recortada. Fotografías: Centro de Extensión Pontificia Universidad Católica de Chile.
Si el empleo de este arte para el ámbito privado fue extendido principalmente por y para la élite, con mayor razón fue crucial para la devoción religiosa, donde se expande y potencia en virtud del afecto espiritual y la multitud de observadores-creyentes. Para cada momento de la liturgia, el lustre se hace evidente en los espacios donde, impregnados de incienso, sahumadores, cálices, vinajeras, custodias, atriles, e incluso limosneros, cobran protagonismo dispuestos en los altares y otros mobiliarios.
Aunque la mayoría de las piezas son del ámbito peruano —incluyendo a la Audiencia de Charcas— el estudio de la platería virreinal se torna de especial interés para develar este aspecto cultural en el caso chileno, así para conocer los orígenes y el desarrollo de la orfebrería como parte de la economía colonial. En el plano artístico, Fernando de la Lastra (1985), en su libro sobre platería, plantea que en Chile ésta fue influenciada en exclusivo por el aporte europeo, y, si bien se refiere a la platería precolombina del norte de nuestro país, la determina como una consecuencia tardía de la cultura incásica de la zona mientras que, en contraste, expresa que lo más concreto del oficio viene de los conquistadores y, posteriormente, de los jesuitas bávaros. Esta afirmación no podría regir de manera estricta para el ámbito virreinal señalado al comienzo, pues suele conllevar un cierto grado de influencia mestiza, tan propia del barroco americano, representada por figuras vegetales particulares o en la fisonomía humana con rasgos autóctonos, apreciable en algunos crucifijos y otras representaciones del conjunto.

“Mixturero” Platero no identificado Siglo XIX, primer tercio. Ayacucho, Perú. Filigrana de plata: plata fundida, estirada, martillada, retorcida y soldada. Fotografías: Centro de Extensión Pontificia Universidad Católica de Chile.
Finalmente, el recorrido que la arquitectura de la sala impone deviene en un espacio cuyo interés sólo suple el brillo y relieve de cada pieza. En el mismo lugar es posible adquirir el catálogo, con 53 páginas que incluyen parte de los textos curatoriales y las descripciones de la historiadora Isabel Cruz de Amenábar, un trabajo impecable, solo cuestionable a nivel gráfico en el manejo del color de las fotografías con que se retrata cada objeto, que nos remiten a un tono más bien broncíneo. Es por ello que la visita al lugar es evento obligado para los amantes de la cultura material del periodo español.
Puede visitarse hasta el 29 de julio de 2017
Sala Joaquín Gandarillas Infante, Centro de Extensión UC.
Alameda 390, Santiago, Chile.
Lunes a sábado, 10:00 a 20:00 hrs.
Bibliografía
De la Lastra, Fernando (1985). Platería Colonial. Serie Patrimonio Cultural Chileno, Colección Historia del Arte Chileno, Departamento de Extensión Cultural, Ministerio de Educación, Santiago.