Nota

Album amicorum nº4

por CECLI

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La cuarta página de nuestro album amicorum pertenece al historiador del arte medieval, radicado en Valparaíso, José Alberto Morais. Además de desempeñarse como docente en la Universidad de León y en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y dirigir un proyecto de investigación sobre la asimilación de las formas árabes del medioevo en la arquitectura chilena, José es un acérrimo coleccionista de cachivaches y cachureos. Su excelente ojo para distinguir objetos de valor–ya sea sencillamente por su hermosura o bien por su interés patrimonial–entre lo que mucha gente consideraría desechos, se refleja en la estética de esta pequeña colección personal, cruzada por la calurosa y siempre bienvenida impronta de los afectos.

1. Gafas de madera

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Cuando aparecí con estas gafas de madera, realizadas por una marca chilena con madera del país, Candelita Suárez dijo que parecía tonto. No le faltaba razón. Son excesivas, pero no pesan nada y están rematadas muy minuciosamente. Los cristales graduados los puse en España. Me fascinan.

2.  Caja vacía

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Guardo esta caja vacía desde el año 2008. Vivía por entonces en la Rua da Atalaia del barrio Alto de Lisboa. Rubén Magister Palquinos y Eloina La Maga me trajeron de regalo una tarta Sacher del clásico hotel vienés. La bautizamos como Rocamadour, ya que Eloina leía por entonces sin parar Rayuela. Esa tarde la trajeron a la casa como si fuera un relicario de Fernando I de León. Nos la comimos con té y café portugués, bajo molduras que nos recordaron a Eça de Queiros en Os Maias. No quiero guardar en ella nada. Está vacía aún hoy. Se llena sola de fados.

3. Calaca mexicana

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Mi amiga la investigadora americanista Ximena Urbina me regaló este objeto. Es bello, colorista y alegre, como ella. Es uno de los recuerdos más preciados que tengo. Lo compró en México en el año 2016. Lo traje a España envuelto en un santo sudario, protegiendo la reliquia. A veces la miro y me inquieta. Tuve que quitarla de la mesa donde trabajo, pues me distraía. La técnica pictórica es muy delicada y el barro lo modelaron magistralmente. Espero que nunca se me rompa. Me protege si la miro escuchando a Lila Downs.

4. Bellota de madera

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Dudé mucho a la hora de seleccionar este objeto. Es insignificante, simple y muy sencillo. Es el símbolo de las dehesas extremeñas. Me trae a la memoria los años en los que viví en Cáceres (Extremadura). Al verlo recuerdo a mi querida Mariota, a Úzquiza y sus vivencias burgalesas y a mi amiga Eli Fragoso, entusiasta y buena catadora de vinos y quesos. Es el ejemplo de cómo algo muy pequeño evoca lo más grande: la belleza de Medellín, Trujillo, Badajoz, la Sierra de San Pedro, Mérida y mi pequeña casa del caso antiguo, junto a la iglesia de Santiago. Efectivamente, querido Enriquín, sí, allí se siguen oyendo pájaros. Bien lo saben Moki, Ruti y Patri Centeno.

5. PC Toshiba 1999

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Este objeto es horrendo, pesado, funciona mal, está viejo y a nadie le gusta. Cuando llegué con mi viejo pc Toshiba del año 1999 a Valparaíso hubo gente que dijo que este computador no estaba a la altura ni tenía la categoría de un profesor de la PUCV. Les doy la razón, pero lo conservo aún y nunca me desharé de él, aunque no encienda. Lo compré con mi primer salario de becario en el Departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León. Me costó 1.300 euros. Con ese teclado hice mis primeros artículos, mi tesis doctoral. En él han escrito investigadores internacionalmente reconocidos del medievalismo español, como la Dra. Etelvina Fernández, mi directora de tesis y mi querido amigo Fernando Galván, que nos dejó en el año 2008. El amaba los objetos y coleccionaba muchas obras de arte.

6. Virgen María

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No conozco la fecha en la que se pintó esta Virgen dando de mamar al niño. La compré en Valparaíso en el año 2015. Costó 30.000 pesos pero intuyo que vale muchísimo más. Está pintada al óleo con dorados. El marco es muy rococó. Tuve que desenclavar la tela y serrarlo. Gracias a Moki volvió a la vida ya en España, cuando este experto artista de la madera, el mármol y la construcción, recompuso el desastre del desmontaje para que cupiese en la maleta. Recuerda a Lima y a Potosí. A Cuzco y a Jesús Paniagua. El pequeño tamaño del seno siempre me causa simpatía. El velo transparente y la dulzura de las miradas me dicen que su pintor era un tío esbelto y charlatán. Me da que nunca iba a misa.

7. Grabado

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Siempre quise tener grabados italianos. Cuando viví en Roma en el año 2006 no tenía dinero para ellos. He regresado a Venecia, Siena y a la Toscana en otras ocasiones pero, ni tan siquiera cuando viví en Sicilia durante el verano del año 2009, encontré alguno bonito. Gracias a Enrique Lombeaux, que me invitó varias veces a la Academia de España en Roma pude tener esta bonista vista de la plaza de San Marcos de Venecia. Me ayudó a localizarlo en el gran mercado de Porta Portese, pues él lo había visto anteriormente. Pensamos que lo había comprado otra persona, pero no, estaba allí. Enrique lo restauró y lo llevó a enmarcar mientras yo estaba en Chile. Tiene buen olfato para husmear entre cacharros.

8. Fotografía de origen incierto

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Un chaval joven, de unos dieciocho años, me vendió esta fotografía en Valparaíso. Costó una luca. Es hipnótica. Un tesoro. Estuve hablando con él un buen rato. Me dijo que eran pertenencias de su abuelo. Eso le da aún mayor valor. No sé quienes son, ni donde están, ni tan siquiera puedo detectar si es Europa o América. La mujer del gorrito toca el agua de la fuente con un guante. La otra señora ríe alegre con un pelo perfecto. Es de pequeñas dimensiones. Otra joya de valor incalculable. Quizás a través de esta imagen ya sólo yo recuerde lo que esas dos mujeres vivieron ese día frente a la fuente… da miedo sólo con pensarlo.

9. Cajitas de madera de ébano y álbum de fotos

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Estos dos objetos son valiosísimos. Los encontré en Valparaíso, en la feria, donde iba cada domingo tomando el colectivo desde Habana, en Recreo. Era un ritual. A la vuelta, cargado de cachureos, me esperaba mi familia para el Almuerzo en el CDEHB, orquestado por el chef Pepitinho de la Pola-Los Barrios. Primero compré la pequeña cajita por 5.000 pesos. No sabía nada de su factura ni origen. Sólo me atrajo la imagen de una ruina gótica en un idílico paraje. Posee una leyenda que dice “Sir Walter Scott’s Tomb. Dryburg Abbey. From Banks of Tweed near Abbotsford”. La googleé y supe que se trata de una gran fábrica de manufacturas en madera de ébano y boj decoradas con pirograbado que había tenido gran éxito en el siglo XIX. También supe que es mucho más valiosa, pues un ejemplar igual se expone hoy en un museo de arte suntuarias de Inglaterra. Pero en el viaje de los objetos y los hallazgos de éstos, como dijo Marcel Duchamp al hablar de los ready-mades, es caótico. Unos meses después encontré el álbum de fotos que hace juego con la caja. Tiene los cantos dorados y, lamentablemente, no conservaba foto alguna. Nunca sabré quien fue su propietario. Ahí se cerró el círculo, con el reencuentro de estas dos joyas hermanas. Hoy están en León (España).

10. Mercurio esculpido en bronce

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El último objeto es esta esculturilla de bronce, maciza. Representa a Mercurio, dios del comercio durante la Antigüedad. Protege a los compran objetos. Es grácil, y en su día debió estar incrustada su base en una peana de mármol, que hoy ha perdido. A pesar de su elegancia y buena factura, se observan en el tronco de la figura las marcas de hendiduras que indican que alguien la usó como martillo para clavar o partir nueces. El desconsiderado anterior propietario hizo que casi pierda las alas de los pies. El brazo no se podrá recuperar. Da igual, es saltarina y digna heredera del mejor Polícleto. La fotografié con el afiche de la exposición Gente del Po, de la fotógrafa bilbaína Begoña Zubero, comisariada por mi amigo Enrique Lombeaux. Así, Mercurio mira a Italia, y no al Bernesga. Espero que este Dios maldiga al que le ocasionó los daños condenándole a no poder comprar nada bonito jamás.