por Francisco Castillo Cristi
Licenciado en Diseño
Bachiller en Bibliotecología y Archivística
En la sala Premios Nobel de la Biblioteca Nacional de Chile casi puede sentirse el ancestral aroma de las antiguas gredas policromada de las monjas. Sus colores y formas estimulan de tal manera a la vista, que conjeturar su fragancia no resulta difícil. Yo, por ejemplo, imagino perfumes terrosos y tiznados, con una profunda preeminencia de rosas, algo así como el misterioso perfume de la santidad… La exposición «Contemplación y deleite de los sentidos. La cerámica perfumada de las monjas Clarisas» ha hecho retornar a su lugar de origen una de las expresiones más singulares del barroco colonial que ostenta el patrimonio chileno.
Sin duda, el escenario ha cambiado para estos búcaros en el transcurso del último siglo, ya que en la actualidad no existen rastros físicos del antiguo Monasterio de Santa Clara, ubicado al poniente del Cerro Santa Lucía, en plena Alameda de Santiago. Los patios interiores del convento flanqueados por gruesas construcciones de adobe y un templo de considerable dimensión fue desde 1604 y por más de tres siglos el silencioso, pero también ilustremente visitado, hogar de las religiosas franciscanas de Santa Clara, la orden femenina de más larga data en Chile. En 1913 fue demolido para emplazar en su terreno los edificios de la Biblioteca Nacional y el actual Archivo Nacional Histórico.

Iglesia y convento de las monjas Clarisas en la Alameda, a los pies del Cerro Santa Lucia. Ca. 1860 (Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile)
Al interior del convento la vida comunitaria de las religiosas capuchinas estaba dedicada a la oración, a la asistencia a los pobres y, por supuesto, al trabajo manual, que dio vida a las fascinantes piezas que hoy se exhiben. Principalmente eran mujeres de la elite colonial que se recluían con sus sirvientas y esclavas, trasladando a la clausura muchas de las comodidades propias de su estamento. De esta vida religiosa da cuenta Sor Úrsula Suárez (1666-1749) quien, por medio de la práctica obligada de la escritura confesional, desarrolló una de las primeras muestras del género autobiográfico de la región, consolidándose como una de las primeras escritoras chilenas tras el descubrimiento de sus manuscritos a fines del siglo XIX.
Éste también fue el hogar de una tradición alfarera tan antigua como única, valorada durante siglos, pero también prácticamente olvidada en el transcurso del siglo XX. Se trata de las «ollitas de las monjas», las gredas o arcillas policromadas, que exhalaban profundos y finos aromas. Una delicada producción que se vendía profusamente en los puestos de la antigua Cañada de Santiago, posterior Alameda de las Delicias, en tiempos del Reino de Chile, y exportados a las principales capitales del Virreinato del Perú e inclusive a España. Ánforas, jarrones, vasijas, mates, teteras y, con el tiempo, también representaciones en miniatura de los mismos y otros utensilios, un popular regalo del decimonono chileno, eran producidos por las monjas con una legendaria receta, de arcilla, arena de los más finos granos y caolín, no obstante, el secreto original de su perfume, y la durabilidad de éste, se mantuvo como tal y murió dentro de los muros del convento poco antes de su demolición.

Figurilla de tetera y azucarero. Monjas Claras (Chile) Ca. Siglo XVIII. Arcilla policromada, ornamentada y perfumada. Pertenece a la Colección Museo del Carmen de Maipú. Fotografía: Agustín Alfonso.
El perfume, sin duda, es uno de los elementos más representativos de las cerámicas de las monjas, sin embargo, en la Colonia también fueron enormemente valoradas entre los búcaros de Indias, por el delicioso sabor de su greda. ¡Sí, su sabor! Y es que en el siglo XVII, la bucarofagia, es decir la ingesta de barro, era una práctica común entre mujeres pese a la férrea reprobación eclesial. Un trocito del mate, el asa de un jarrito o un pedazo de flor podían ser arrancados para su consumo, una peculiar exquisitez que brindaba «beneficiosos» resultados en la búsqueda de la anhelada palidez de la piel y, sobre todo, por sus efectos de opilación menstrual, un arcaico pero efectivo método de anticoncepción. Ambos resultados, efectos de una severa obstrucción intestinal, que desencadenaba enfermedades que la medicina moderna llamaría anemia y amenorrea respectivamente.
Las cerámicas policromadas de las monjas Clarisas representan en sí mismas el resultado de una tendencia por exaltar los sentidos que es propia de su época de apogeo entre los siglos XVII y XVIII: el Barroco y, para ser más precisos, el Barroco Americano. Y es que además de su perfume y sabor, la experiencia barroca se hace evidente con sus vibrantes colores y dorados sobre la rudimentaria greda, su enroscada morfología saturada de eclécticos motivos que entremezclan elementos florales con reminiscencias moriscas y, por supuesto, los excesos, como un delirante mate o una tetera, coronados con hilos de plata y flores perfumadas de arcilla que tintinean incesantemente. Son todos estos elementos los que terminan por brindar un espectáculo sensorial completo y hacen de esta producción colonial una experiencia material única, repleta de significados, y también evidencia de complejas prácticas y tejidos sociales.

Figurilla de olla. Monjas Claras (Chile). Siglo XIX. Arcilla policromada, ornamentada y perfumada. Pertenece a la Colección Museo Histórico Nacional. Fotografía: Agustín Alfonso.

Figurilla de tetera Pichel. Monjas Claras (Chile). Siglo XIX. Arcilla policromada, ornamentada y perfumada. Pertenece a la Colección Museo Histórico Nacional. Fotografía: Agustín Alfonso.
Durante la República, aún era sostenido el consumo de las «ollitas de la monjas», sin embargo, hacia fines del siglo XIX, su popularidad se extinguió rápidamente junto a muchas otras reminiscencias coloniales, reemplazadas por las tendencias afrancesadas que venían a modernizar la sociedad postcolonial. A medida que el antiguo convento dejaba de producir sus cerámicas, la herencia de la arcilla policromada de las Clarisas tomó lugar en manos de mujeres también, esta vez del mundo secular, las artesanas de Talagante que dieron origen a una particular artesanía popular (objetos de colección, que describo en el Gabinete de Curiosidades n.4).
La exposición «Contemplación y deleite de los sentidos. La cerámica perfumada de las monjas Clarisas» junto a una publicación impresa, aún en proceso de edición, son los resultados de la investigación de Ximena Gallardo, Alejandra Fuentes, Isabel Cruz y Alexandrine de la Taille, alumnas y profesoras del Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de los Andes, en el marco del FONDART que se adjudicaron en 2016 para la puesta en valor de esta tradición parcialmente olvidada. Una exhibición cuyo acertado diseño de contraste de volúmenes, permite apreciar en detalle las singulares piezas reunidas de las colecciones del Museo del Carmen de Maipú, el Museo Histórico Nacional y otras pertenecientes a acervos particulares, junto a una completa infografía.

Figurilla de taza. Monjas Claras (Chile). Siglo XIX. Arcilla policromada, ornamentada y perfumada. Pertenece a la Colección Museo Histórico Nacional. Fotografía: Agustín Alfonso.
Son tan escasas las piezas que han sobrevivido hasta el día de hoy, fruto de la manipulación cotidiana, el desencanto, los terremotos y, por supuesto, del apetito de otros siglos, que esta exposición se convierte en un imperdible para los amantes de los objetos, la historia y las artes populares. El estímulo sensorial que despiertan sus colores y formas sin duda son, como enuncia su título, un «deleite de los sentidos». Ahí nos esperan, hasta el 31 de agosto, en el mismo lugar donde fueron creadas alguna vez, las «ollitas de las monjas», las coloridas, perfumadas y sabrosas arcillas policromadas de las monjas Clarisas.
Sala Premios Nobel, Biblioteca Nacional
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 651, Santiago, Chile
Lunes a viernes, 9:00 a 19:00 hrs., sábado de 9:10 a 14:00 hrs.
Hasta el 31 de agosto de 2017
Bibliografía
Long, P. (2016) «Bucarofagia: Una lectura alternativa del romance 48 de Sor Juana Inés de la Cruz». En Tempus Fugit: Décimo aniversario de Destiempos. (pp.27-40) México: Grupo Destiempos.
Museo Histórico Nacional. (2012) Apuntes metodológicos para la documentación de artes populares y artesanía. Santiago: DIBAM.
Prado, J. (1989) «Notas sobre la Influencia de la Iglesia en la Artesanía Chilena». Revista Aisthesis 1989 (15). pp.57-61.
Santana J. (2012) «Cerámica de las Clarisas: aportes a las identidades y dinámicas sociales en el Santiago (Chile) colonial». Urbania 2012 (2) pp.49-69.