por CECLI
Hoy recibimos de regreso nuestro álbum de amigos y amigas de las manos del escritor valdiviano Felipe Becerra, premio Roberto Bolaño Joven 2006 y autor de la novela Bagual (Zignos, 2008; Sangría, 2014), que traducida al francés como Chien féraux se publicó en París en 2011. Desde 2009 forma parte de La Faunita, manada con la que publica la revista Dévora e imprime sus propios ejemplares de poesía. El 2015 publicó junto a la artista Manon Harrois la edición postal África celeste/ Frique celeste y actualmente trabaja en su segunda novela y en sus cuadernos, uno de los cuales formó parte de la exposición Haciendo días (Centex, Valparaíso 2017). Este lunes, desde su morada neoyorquina, nos hace llegar la lista de objetos, lugares y prácticas cotidianas que lo inspiran día a día.
1. Cuadernos
¿Qué es un cuaderno? ¿Es lo mismo que un diario? Y si existen diferencias, ¿son éstas de orden estilístico, genérico, material? Últimamente he estado dándole vuelta, por escrito y en mis propios cuadernos, a estas y otras cuestiones sobre tan amigable objeto. Seguir el hilo de estas preguntas es para mí un placer de nunca acabar, pues en la medida que lo hago voy también llenando un cuaderno tras otro, y así me voy pareciendo a ese cazador de mariposas que a cada brazada, en vez de atraparla, iba creando una nueva.
2. Cartas
Me cuesta imaginar una intimidad más intensa que la de escribir a mano una carta. Las cartas, sobre todo las manuscritas, nos ofrecen una experiencia del tiempo cada vez más inusual. Cuando recibo una carta o una postal, por lo general no la respondo de inmediato, más bien entro en una especie de espera por la sintonía con esa carta. Es como si para responderla necesitara alinearme no sólo con el remitente, sino también con algo que no sé llamar de otro modo que un ánimo, el ánimo de la escritura a mano.
3. Café
Me gusta sentarme a escribir acompañado de una taza de café. El prepararlo en la cafetera tiene también el valor de un pequeño ritual cotidiano.
4. Dibujos animados
Hace varios años encontré con una frase de Chuck Jones, creador del Coyote y Correcaminos: “The character is identified not primarily by the way he looks, but by the way he moves”. Esta frase me hizo reconocer en los dibujos animados, sobre todo los de la animación temprana, una suerte de laboratorio donde los recursos de la narrativa se reducen a su mínima expresión. Este en particular es un DVD doble editado por el coleccionista e historiador Tommy Stathes, donde se compilan un montón de dibujos animados producidos entre 1907 y 1932 que ya se habían perdido.
5. Afiches
En mi espacio de trabajo siempre tengo cerca afiches de creadores cuyo trabajo me gusta, también reproducciones de cuadros, postales o recortes de revistas. Un panorama de imágenes que me estimulen y me inviten a ponerme a trabajar. Al tomar la foto me di cuenta de que varias de estas imágenes tienen que ver el jardín y con la playa, y con balcones que dan a la playa, lo que me ha hecho pensar que tal vez con ellas busco un reemplazo melancólico y precario a esa ventana de la que carezco.
6. Casa de lava
Durante la preparación y grabación de su película Casa de lava (1994) en Cabo Verde, el director portugués Pedro Costa fue coleccionando en un cuaderno distintos recortes e imágenes con los que se encontraba en el proceso creativo. Todo este conjunto de artículos de prensa, recortes de revistas, postales, citas de novelas, fotos instantáneas, rayados y anotaciones fue tomando paulatinamente el lugar del guión durante el rodaje de la película. La cuidada edición de Pierre von Kleist Editions reproduce el original (inclusive las últimas páginas vacías) e incluye un cuadernillo con una entrevista en la que Pedro Costa explica cómo este cuaderno fue cobrando vida propia.
7. Hungarian Pastry Shop
Pasar tiempo en un café es una experiencia entre lo público y lo privado, un contacto cotidiano que genera una intimidad y una compañía especiales, con personas de las que poco o nada conoces. Pero además genera otra cosa: se está, al leer o escribir, a la vez abstraído del espacio y dentro de él; hundido en tu libro o tu cuaderno pero simultáneamente atento a los parroquianos y sus conversaciones, a sus aspectos y su belleza, en un ir y venir que hace de la escritura y la lectura en los cafés una manera de relacionarse con el lenguaje que no se da en otro lugar. A veces, hasta me resulta necesaria esa distracción para poder avanzar. Y este café a un par de cuadras de mi casa me la ofrece de sobra.
8. Cuadernos de Manon Harrois
Desde el año 2011, la artista francesa Manon Harrois dibuja cotidianamente siempre con el mismo lápiz Stabilo Point 88 azull y siempre en las mismas Moleskine de páginas blancas y tapas negras. Por algún tiempo fui testigo del desarrollo de estos cuadernos. Como quien observa a distancia el juego de un niño, pude apreciar cómo a través de esa práctica cotidiana Manon le daba forma a una especie de lenguaje que no se entregaba a la figuración ni al alfabeto, y donde lo importante no era el registro de los hechos, sino la repetición de ese ritual silencioso y azul, interminablemente. Ese reino intermedio –interregno– es el que aparece cuando dibujo y escritura se confunden en el gesto de pasar un lápiz sobre una página en blanco: trazar.
9. Jardín de Saint John’s Cathedral
Alguna vez un señor de muy bien vestido me dijo que para sobrellevar los estados de melancolía era imprescindible mantener una cierta empatía con la ciudad que te acoge. Para este señor, además, era absolutamente imposible que el deseo de expresarse de manera delicada y con buenos modales surgiera en una ciudad con calles y edificios de formas groseras. Cuando voy al jardín de la catedral de Saint John, cercano a mi casa, me acuerdo con mucho cariño de este señor que en un café de otro país se sentaba siempre de traje y en la misma mesa. Venir a este lugar me ayuda, a mí también, a transformar la melancolía en creatividad.
10. Recorte de un artículo de prensa sobre el tío Rolando
Fue mi abuelo quien me regaló este recorte del diario La Estrella de Valparaíso dedicado a su tío Rolando Calderón Reyes (la nota invierte erróneamente sus apellidos). Adonde quiera que vaya llevo este recorte conmigo. Como lo dice la nota, el tío Rolando decidió dejar su casa y vivir desde entonces en la calle. Tantas décadas pasó en esa condición que llegó a ser un reconocido vagabundo del barrio de Recreo, en Viña del Mar. Las cosas que admiro de este familiar al que, por desgracia, no llegué a conocer, me las guardaré. Baste decir que, viniendo de una familia en la que nunca encontré lectores con los que compartir mi vicio, la fotografía de este tío vagabundo inmerso en la lectura cobra para mí el valor de un amuleto.