por Loreto Casanueva
Editora de CECLI
Siempre me ha gustado intrusear cajones ajenos: recuerdo haberlo hecho desde muy pequeña con los veladores y las cómodas de algunas tías y de mi abuela materna. Era una excursión inocente: me gustaba tocar papeles viejos y doblados cuidadosamente, oler flores secas escondidas entre libros y sentir la textura de los dijes y las cuentas de collares y rosarios. Ese gusto, natural y afortunadamente, se fue templando con los años y ahora pido, si la situación lo amerita, que mis amigas abran sus cajitas de lata frente a mí, para admirar sus recuerdos y colecciones. Frente a las vitrinas de un museo, en especial si se trata de alguna que exhiba los tesoros de un monarca, la toilette de una princesa o los artículos de escritorio de un autor, experimento la misma sensación infantil y detectivesca, solo que el aparataje de seguridad no me permite acariciar absolutamente nada. Pero la curiosidad se mantiene intacta. Y cuando se está frente a un gabinete de objetos curiosos propiamente tal no hay vidrio que detenga el disfrute ante el ingenio, el humor y la maestría humanas.
Hace ya varios años que el gabinete de curiosidades es un tema que me fascina, y en octubre pasado decidí emprender una pequeña ruta por algunas colecciones de artefactos extraños en Europa. La primera parada fue Austria, más específicamente el Kunsthistorisches Museum Wien, o Museo de Historia del Arte de Viena, fundado en 1891. Su edificio, ubicado en la esplendorosa Maria-Theresien- Platz – en la que, además, se encuentra el Naturhistorisches Museum-, alberga no solo antigüedades grecorromanas, colecciones numismáticas y, por supuesto, una gigantesca pinacoteca con creaciones de Tintoretto, Velázquez y Durero, sino también una de las más importantes cámaras de maravillas del mundo, la llamada Kuntskammer Wien, que es considerada la cuna de todo el museo.

Kunsthistorisches Museum Wien, en la Maria-Theresien-Platz, Viena. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.
El gabinete imperial de curiosidades está compuesto por 20 vitrinas que exhiben alrededor de 2.200 artefactos coleccionados por los líderes de la Casa de Habsburgo, creados generalmente por encargo, y que han sobrevivido saqueos napoleónicos, guerras y viajes de ida y vuelta entre Viena y Praga. En él, se pueden admirar objetos del archiduque de Austria Fernando II del Tirol (1529-1595), quien heredó además la colección de sus antecesores Federico III, Maximiliano I y Fernando I, otros del emperador Rodolfo II (1552-1612) y algunos del archiduque Leopoldo Guillermo (1614-1662). Estos tres coleccionistas modernos tenían muy claro que sus posesiones no solo eran símbolo de erudición sino también de poder político y dominio técnico. El marfil, la madera y el oro se reúnen en este espacio a través de artilugios cuidadosamente confeccionados entre los siglos IX y XIX, modelando maravillosos espejos, joyas, esculturas, juegos de té y cajas. Pero son los autómatas y los objetos extraños los que mayor admiración y curiosidad provocan. Aquí, mis favoritos:
1. Un barco autómata confeccionado hacia 1585 por Hans Schlottheim tiene por velas unos lienzos pictóricos, y sus pequeños y elegantes tripulantes tocan instrumentos de viento y percusión. Este lujoso juguete mecánico pertenecía a Rodolfo II y se lucía en los banquetes reales, navegando sobre una mesa llena de exquisiteces, para divertimento y sorpresa de los comensales. Variados objetos del gabinete buscaban la entretención en las tertulias, incluso algunos juguetes tenían carácter bromista, como un carro con forma de león-dragón que lanzaba agua silenciosamente.

Hans Schlottheim, Automat in Form eines Schiffes, 1585, Kunsthistorisches Museum, Viena. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.
Los visitantes del museo pueden visualizar el barco en movimiento (así como otros autómatas que componen la cámara) y escuchar su música y cañonazos en los tablets dispuestos en la sala, así como en el canal de Youtube del museo. A través de los videos, podemos maravillarnos con los mecanismos ocultos de los autómatas y los deliciosos detalles de sus piezas, que suelen esquivar nuestra mirada cuando recorremos un espacio tan estimulante en tan poco tiempo.
2. La copa de huevo de avestruz creada por Clement Kicklinger entre 1570 y 1575, y que le perteneció a Fernando II del Tirol, es uno de los mayores atractivos del gabinete, porque en su factura se mezcla artificio y naturaleza: la orfebrería enalteciendo un huevo real. Como digno ejemplar de una wunderkammer, tanto los corales que coronan y sostienen la copa como el huevo mismo se presentan no solo con fines decorativos, sino también mágicos, según ciertas creencias difundidas durante la Baja Edad Media y el Renacimiento: el coral era considerado un amuleto contra el mal de ojo, mientras que el huevo simbolizaba a Cristo y su resurrección.

Clement Kicklinger, Straußenei-Pokal, 1570-1575, Kunsthistorisches Museum, Viena. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.
3. Uno de los íconos de la Kunstkammer Wien es un precioso conjunto escultórico de oro, cincelado por el artista florentino Benvenuto Cellini entre los años 1540 y 1543, y que tiene por protagonistas a Neptuno y Ceres, representantes del mar y la tierra. Pero esta escultura de tema mitológico oculta una peculiar función: ¡es un salero que bordea los 30 centímetros de ancho, largo y alto! A diferencia de otros artefactos curiosos, este salero cuenta con su propia vitrina y esa exclusividad, junto con la particular oscuridad de la sala en la que se ubica, parecen dotarle de mayor intimidad a la escena esculpida en oro. En 2003, un ladrón robó el salero, y el museo logró recuperarlo recién en 2006, cuando fue encontrado dentro de una caja enterrada en un bosque cercano a la ciudad austríaca de Zwettl.

Benvenuto Cellini, Sogenannte Saliera, 1540-1543, Kunsthistorisches Museum, Viena. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.
El codiciado salero no solo tiene una vida material en el museo, sino también una existencia pictórica. A lo largo del techo de la sala XIX de la cámara de arte, se despliega el fresco de Julius Victor Berger, titulado Mäcene des Hauses Habsburg (1891), un homenaje a los patrones artísticos imperiales. En el ala izquierda de la pintura, el propio Cellini (con una túnica ocre, junto a un hombre de traje azul) muestra y sostiene en su regazo su criatura dorada. Debo admitir que amé este detalle, del que me enteré solo gracias a la audioguía que llevaba mi esposo (yo preferí recorrer el museo sin aparatos): si él no me lo hubiera hecho notar, habría sido casi imposible reconocer el salero entre tantos personajes y ornamentos.

Julius Victor Berger, Mäcene des Hauses Habsburg (detalle), 1891, Kunsthistorisches Museum, Viena.
4. Los gabinetes de curiosidades son también espacios para la sátira. El oso cazador, finamente equipado con rifle, casco, cantimplora y otros adminículos, fue creado por tres artistas entre 1580 y 1581. El oro, la plata, el almizcle, el rubí, el zafiro y la esmeralda ornamentan las armas y el pedestal sobre el que se posiciona el desafiante animal, quien ha dejado su condición pasiva: ahora él es quien caza. Las refinadas y exóticas materias primas con que está confeccionado lo hacen lucir extravagante, como si fuera una bestia mítica salida de relatos de viajeros medievales. Esta estatuilla es una alegoría del mundo al revés, tópico tan relevante para el imaginario literario y pictórico del Renacimiento. La alegoría se enfatiza si consideramos que el Kunsthistorisches Museum es la galería que más obras conserva y expone del pintor Pieter Brueghel el Viejo, verdadero maestro de este tópico .

Gregor Bair, Valentin Drausch, Heinrich Wagner, Bär als Jäger, 1580-1581, Kunsthistorisches Museum, Viena. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.
Estas cuatro obras de arte, pertenecientes a las categorías de la artificialia y la exotica propias de los gabinetes de curiosidades, son solo pequeños botones de muestra de la inmensidad de maravillosos artefactos que nos deslumbran al visitar este lugar. Los textos curatoriales están en alemán e inglés, pero si requieren audioguías en su idioma no hay problema, hay gran variedad (y ha quedado demostrada su conveniencia): español, italiano, francés, japonés, ruso, coreano y mandarín. Si planean viajar a Viena, no solo vayan a admirar las pinturas de Klimt -hay frescos suyos en los muros de esta galería también- y a deleitarse con la espectacular oferta pastelera de la ciudad: ¡este “museo dentro de un museo” es un imperdible!
Kunsthistorisches Museum Wien
Ubicación: Maria-Theresien-Platz, 1010, Viena, Austria
Horario: Junio-agosto: todos los días, de 10:00 a 18 hrs., jueves, de 10:00 a 21 hrs./ Septiembre-mayo: martes a domingo, 10:00 a 18 hrs. jueves, de 10:00 a 21 hrs.. ¡En diciembre abre los lunes!
Precio: €15. La audioguía cuesta €5.
Página web: https://www.khm.at/