Josefina de la Maza
Doctora en Historia del Arte y la Crítica
Universidad de Stony Brook [1]
Mientras revisaba el catálogo de la colección Platería, filigrana y plaqué del Museo de Artes Decorativas de Santiago, comencé a recordar vívidamente escenas de mi niñez. Recordé almuerzos, onces y cumpleaños familiares en la década de los 80. En las casas de mi abuela, tías abuelas y tías siempre había una mesita en donde se lucían jarrones, salseros, platos y cucharitas de plaqué y plata. Esos objetos siempre brillaban, tanto, que a mí y mis primos nos atraían y tratábamos de incluirlos en nuestros juegos aunque, a decir verdad, la mayoría de las veces éramos rápidamente espantados por algún adulto. El espacio que demarcaban esas mesitas y aparadores estaba reservado a los adultos, en especial a las mujeres mayores de la familia –nuestros juegos, por lo mismo, eran claramente una intrusión. Eran ellas quienes observaban, comparaban, lucían y se orgullecían ante esos despliegues de pequeño lujo. Como diríamos hoy, se dedicaban a “poner en valor esos objetos” a través de ritos privados que incluían la admiración conjunta de platos, jarrones y fuentes, mediante coros de voces femeninas y, en especial, del reconocimiento de un cierto tipo de formación del gusto, el que suponía conocer acabadamente materiales, técnicas, estilos, procedencias y marcas.

Servicio de té, Windsor Plaqué, Chile, 1950/1980, cobre laminado, estampado, torneado y galvanizado con asas, tomadores y patas de bronce fundido y galvanizado, Colección MAD. Foto: Lorena Ormeño
Lo que yo veía con mis ojos de niña era, probablemente, el momento cúlmine de un proceso más amplio: un tímido coleccionismo local y doméstico de objetos de plaqué y plata, el que poco a poco fue decayendo hacia comienzos de los 90, década en la que se transformaron tanto los modos de consumo (lo que suponía el ingreso al mercado local de “otros” tipos de consumo suntuario) como los ritos y modales asociados al espacio doméstico.
Comencé esta pequeña presentación compartiendo mis recuerdos de infancia no porque ellos sean únicos y especiales. De hecho, los compartí con ustedes por eso mismo, porque ellos no son excepcionales y nos invitan, entonces, a considerar experiencias compartidas (y otras que involucran distintos tipos de coleccionismo doméstico). Asimismo, estos recuerdos (los míos y los suyos), nos permiten considerar al menos dos cosas. Por una parte, nos obligan a recordar que todos los objetos que forman parte de este catálogo fueron concebidos para integrar el espacio doméstico (cuestión que ya estando en el espacio del museo a veces olvidamos). Por otra parte, porque volver a ellos con distancia nos permite pensar, más allá de la nostalgia –y teniendo en cuenta diversos horizontes y escalas de consumo–, el coleccionismo local a pequeña escala, los cambios de gusto en el espacio doméstico, el desarrollo de la industria local y, también, la presencia de la industria extranjera en el país.

Florero, WMF, Alemania, ca.1906, metal fundido, laminado, estampado y galvanizado con recipiente de vidrio soplado y tallado, 5,6 x 12,6 x 7,1 cm, Colección MAD. Foto: Lorena Orneño
Me gustaría hacer hincapié en la importancia de recordar nuestras historias y la de nuestras familias, amigos, barrios y ciudades al revisar este catálogo y, de modo especial, al visitar este museo. ¿Por qué? Porque este es un museo habitado por objetos estéticos que, en el pasado, formaron parte del cotidiano. En esa línea, esta excelente publicación contribuye a darle consistencia, cuerpo y espesor histórico a la colección de platería, filigrana y plaqué. Ella cubre de modo apropiado la historia de los materiales y de los objetos, y también nos informa acerca de los modos artesanales e industriales de fabricación y las técnicas decorativas utilizadas para trabajar la plata, el plaqué y la filigrana. Asimismo, el apartado especial dedicado a la conservación de las piezas es un gran acierto.
A partir de las temáticas desarrolladas en esta publicación y, de modo conjunto, la visita al museo, es posible pensar en diversos temas de investigación que se insertan en los estudios asociados a la cultura material y a la cultura visual –campos que han ido ganando espacio en la academia en las últimas décadas y que se dedican al estudio atento de objetos e imágenes–, corpus documentales que se caracterizan por formar parte de los amplios repertorios visuales que nos rodean en nuestro diario vivir. A vuelo de pájaro, me gustaría enumerar brevemente algunas posibilidades de investigación que se desprenden de la lectura de este catálogo y que demuestran cuán rica es la colección de platería filigrana y plaqué: 1) las rutas de comercio y el intercambio cultural entre Chile y Perú (y, de modo más amplio, Sudamérica), considerando la circulación de objetos y de saberes asociados al trabajo con la plata; 2) la supervivencia de los objetos del periodo tardo-colonial en el contexto republicano; 3) la cultura visual asociada a la comercialización del plaqué y la plata (en particular, los catálogos de venta, la presencia de la propaganda en la prensa, y la aparición de estos objetos en manuales de buenas maneras/costumbres); 4) la cultura visual de los 70 y 80 en álbumes fotográficos familiares y los distintos modos de desplegar el gusto, teniendo en cuenta el espectro (en términos de clase y filiación política) asociado al consumo del plaqué y la plata en esas décadas. Es decir, pensar cómo ciertos objetos se vuelven representativos de ciertas clases y filiaciones políticas; 5) considerar el valor afectivo asociado al consumo de la plata y el plaqué a través del regalo, especialmente, explorar cómo los objetos median afectos, por ejemplo, los regalos de cumpleaños y de bodas.

Polvera, Windsor Plaqué, Chile, 1950/1980, cobre laminado, estampado, torneado y galvanizado con placa de porcelana y calcografía, 8,2 x 13 cm, Colección MAD. Foto: Lorena Ormeño
Todas estas posibilidades de investigación se desprenden, como les decía, de la lectura atenta de esta publicación. Me parece, por lo mismo, que este libro-catálogo es un acierto puesto que ellas se alimentan de al menos dos cuestiones. La primera es el énfasis puesto en la necesidad de trabajar interdisciplinariamente, algo que se declara en las páginas introductorias de esta publicación (conectando a la historia del arte, del diseño y la industria, la conservación, la cultura visual y material, la literatura, la sociología y la antropología). La segunda –y que tal vez aparece de modo más solapado a lo largo de este catálogo- es el estímulo a la curiosidad del lector, a imaginar y proyectar lecturas y análisis posibles, y esto último, creo, es sumamente importante, porque a mi juicio ese es el fin de nuestro trabajo al interior del arte y de la cultura, aprender a ver los objetos que nos rodean como si fuera la primera vez, con una mirada atenta, paciente y, valga la redundancia, curiosa.
[1] Este texto fue leído el 13 de diciembre del 2017 en la Biblioteca Patrimonial de la Recoleta Dominica a raíz del lanzamiento del catálogo de la Colección de platería, filigrana y plaqué del Museo de Artes Decorativas de Santiago de Chile.