por CECLI
Esta semana nuestro album amicorum fue a parar a las manos de Roberto Cruz Arzabal, profesor, crítico literario y autor del libro de poesía Andamios singulares (Elefanta, 2017), además de que interfiere los dos proyectos web de los que habla en esta entrada: El disco de Newton y Principio de Asociación Pospoética. Roberto es integrante del Laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades (lleom), desde donde explora las relaciones entre cuerpo y textualidad e investiga sobre intermedialidad, materialidades de la literatura y escrituras (post)digitales. Con el fin de expandir nuestras ideas sobre el coleccionismo de objetos en el mundo digital (y para echar una mirada a su envidiable colección de PDFs) le pedimos a Roberto que completara la página 26 de nuestro álbum de amigos y amigas.
1. Fotografías de escritores
Cuando era adolescente y comenzaba a entrar en el mundo de la lectura y la escritura, me gustaba coleccionar fotografías de escritores con los que sentía alguna afinidad, cuyas historias de vida me parecían notables o cuya obra me tocaba de cerca. Era una manera fetichista y afectiva de tratar de entrar a un mundo que me era relativamente ajeno. Salvo las lecturas de clases, no era un lector ni disciplinado ni de cánones, leía lo que iba apareciendo, hasta que decidí formarme como lector y hacerlo en serio. En mi cuarto de adolescencia tenía una pared con fotos en blanco y negro de mis escritores y escritoras preferidos. Eran fotos bajadas de internet (en ese entonces Google apenas empezaba a ser utilizado), de mala calidad o muy pequeñas (imágenes pobres, las llama Hito Steyerl) en impresiones caseras sobre papel bond, enmarcadas en marcos feos y hechizos. Una pared repleta de ellos. La mayoría se quedaron en la pared en la casa de mis padres, donde hasta la fecha siguen. Unas cuantas salieron conmigo cuando me mudé de ciudad para estudiar literatura. De esas que salieron sólo sobrevive esta, impresa en papel fotográfico (en un carrusel de impresión de fotos digitales) cubierta por un vidrio que otrora estuvo dentro de un marco.
2. Biblioteca digital
Tengo una biblioteca en papel pequeña, pero con buenas cosas que he reuniendo a lo largo de los años. A pesar de mudanzas y cambios, la biblioteca ha sobrevivido bien. Además de eso, tengo una buena biblioteca digital; soy asiduo a los sitios ilegales de descarga de libros no sólo para buscar los libros que necesito, sino también para encontrar cosas que podrían interesarme algún día (o que podría necesitar improbablemente). Si me suena remotamente interesante, lo guardo. Si tiene que ver tangencialmente con mi campo de estudio, lo guardo. Si lo conocía pero no lo tenía en digital, lo guardo. Tengo, hasta ahora, unos 30GB de libros en todos los formatos (pdf, mobi, epub, djvu). No es un objeto físico tal cual, pero sí es un objeto digital identificable dentro de mi computadora. Un objeto que contiene miles de objetos.
3. Propaganda
Compré la reproducción de un cartel de propaganda soviética en el lugar más improbable y, a pesar de eso, el más lógico: una tienda de carteles históricos en el mercado hispter de Seattle. El cartel me encanta, tiene todo lo bueno de la estética moderna: colores contrastantes, líneas rectas, alegorías de lo colectivo, formas elementales. Además de eso, es una contradicción portátil, propia de un post de Humans of Late Capitalism.
4. Lápices
Solía escribir poco en lápiz. No me gustaba, ni me sentía a gusto al hacerlo. Desde siempre creí que tenía letra fea (lo sostengo y mis estudiantes pueden dar fe) y prefería la escritura en dispositivos digitales. Hace poco tiempo comencé a ceder al cliché de escribir en objetos de papel con instrumentos de grafito y tinta. En la foto hay cuatro lápices. Uno casi ornamental que ha sido vencido por las caídas más que por el uso, comprado como souvenir en el museo de arte contemporáneo de Los Angeles. Los otros tres, de uso rudo y continuo, los maravillosos y precisos objetos fabricados por Blackwing. No sólo son lápices, son máquinas de una precisión asombrosa, firmes pero de trazo suave, con un diseño perfecto, elegante. Los dos pequeños sobreviven a meses de uso, mientras el otro espera su turno.
5. Proyecto web 1. Principio de Asociación Pospoética
La idea de Principio de Asociación Pospoética surgió sin pensarla, más como una aparición que como un proyecto. Una noche, mientras leía en voz alta un poema de Héctor Viel Temperley, sonaba en las bocinas una pieza para guitarra de Mary Halvorson. Mientras leía noté cómo el ritmo del poema y de la música se interferían mutuamente sin fundirse. Probé en mi tumblog original con otros cuatro o cinco poemas y piezas sonoras más. Luego nació la idea de hacerlo proyecto web bajo una instrucción muy simple: subiría un poema y una pieza sonora que de algún modo pudieran mantener una conversación entre frecuencias (no un acompañamiento, no una musicalización, una interferencia).
6. Tarjeta de biblioteca
No soy asiduo a robar libros, más por falta de pericia que por moral. Mucho menos a robar libros de biblioteca (eso sí, por moral y ética, lo considero detestable). Pero una vez me robé un objeto de una biblioteca, para mi tranquilidad mental. Era un objeto que entonces ya no se utilizaba, era más bien uno de los pocos sobrevivientes de una época ida. Es la tarjeta de préstamo bibliotecario del libro Semiotics of Poetics de Michael Riffaterre, que entonces había sacado en préstamo para la investigación de mi tesis de maestría sobre la obra poética de Coral Bracho y Jorge Esquinca, poetas mexicanos. Mientras revisaba el libro noté que conservaba una tarjeta de esas que habían sido desplazadas por los registros electrónicos de préstamo hacía varios años. De ser un hallazgo curioso pasó a casi ser una epifanía cuando vi que el 13 de agosto de 1993 el libro había sido sacado por Coral Bracho. El libro no fue tan útil como esperaba, pero la tarjeta es todavía un recuerdo emocionante de aquella investigación.
7. Proyecto web 2. El disco de Newton
El disco de Newton es un libro de poemas de Cristina Rivera Garza; fue publicado por la editorial Bonobos en 2011, consta de diez apartados (llamados «ensayos») que integran numerosas citas, frases, fragmentos y misceláneas breves. De la obra de Rivera Garza es mi libro favorito. Tiene algo de David Markson y algo de Anne Carson, está lleno de frases que parecen no tener en común más que las referencias (a veces tangenciales) a un color. Un día quise interpretarlo, pero no a la manera de la crítica, como usualmente leo, sino de otra forma. Decidí que cada párrafo del libro sería leído por una imagen, a su vez, la imagen sería leída por el fragmento sin que uno y otro trataran sobre eso. Encuentros disparatados o leer como quien observa. Está disponible aquí.
8. Lápices conceptuales
Lápices bonitos en una caja muy linda, conceptualmente divertidos e interesantes. Tanta descripción evita que los use para escribir y los tenga mejor como ornamento. Pero son un lindo ornamento. Lápices con keywords para artistas visuales, cada lápiz un concepto. Obra irónica que de tan irónica le toma uno cariño. Regalo de mi amiga Cinthya García Leyva, en su primer e iniciático viaje a Ámsterdam.
9. Alebrije
De los adornos en casa, la vasta mayoría son de mi novia. Cosas que ella ha hecho, comprado o encontrado en algún lugar. Están en las paredes, en los libreros, en las mesas. De los adornos que yo tuve no quedan mucho, quizá porque no soy dado a los ornamentos permanentes, quizá porque los descuidé por no perder de vista la biblioteca. De los pocos que quedan, por fortuna, sobrevive uno muy bello. Es un alebrije hecho por un artesano del pueblo de Arrazola, Oaxaca (el lugar donde nacieron y todavía se hacen la mayoría de los alebrijes). Lo caracterizan, como a todos, sus colores chillantes, su traza perfecta en madera de copal (cuyo aroma se percibe en cada uno de los talleres del pueblo), sus pequeños y precisos detalles. Sin embargo, no es un alebrije tradicional. Según la historia, estos deben ser animales grotescos, frutos de las pesadillas de los artesanos y las artesanas. El mío no es una pesadilla, es un cimarrón. Soy capricornio, esa es mi única explicación.
10. Postliteratura
Me gusta la literatura. Me gustan, también, los libros. Soy un lector y un comprador de libros ávido. Uno no es consecuencia de lo otro, o no al menos como se esperaría. Me interesan sobre todo, los libros que son en sí mismo objetos, pero no son libros-objetos. No me interesan los libros como contenedores, sino como detonadores de otras formas y otros discursos. Me interesa lo que se ha denominado postliteratura: una literatura que en su contagio con otros medios y disciplinas ha dejado de serlo, también un arte visual, por ejemplo, que ha dejado de serlo para intentar convertirse en litetatura. Un punto medio, un equívoco que se desliza. Para asirlo, nada mejor que los libros. En la fotografía cuatro ejemplos de mis favoritos: el obra-libro Poesías de Ulises Carrión, producido a máquina por Taller Ditoria, el origen no original de muchas virtudes del presente; Los Sandys en Waikiki, proyecto de imagen y literatura basado en el hallazgo de las diapositivas del viaje de la Familia Sandy a Waikiki, idea y proceso de Daniela Franco; Otra literatura de Jorge Méndez Blake, catálogo de la obra de uno de los artistas que ha usado con más imaginación la materialidad de la literatura para generar obra y preguntas; postal de la obra Los hablantes de Verónica Gerber Bicecci, artista visual que escribe, como se describe a sí misma, y autora de una obra que aparece generosamente en los intersticios entre texto e imagen para dar cuenta de ellos.