Visita

La ruta de la curiosidad (segunda parte): Muzeum Miniatur y Monasterio de Strahov

por Loreto Casanueva
Editora de CECLI

Praga es una ciudad llena de recovecos –dicen que la calle más estrecha del mundo está ahí–, desniveles y telarañas. La leyenda urbana advierte que si matas a una araña tendrás mala suerte, y da la impresión de que los praguenses adoran la buena fortuna. Apretada entre puentes y torres, fue la cuna perfecta para un autor como Franz Kafka, pero también la atmósfera ideal para la proliferación de museos dedicados a lo diminuto, lo maravilloso y lo criminal. Junto con el Museum of Medieval Torture Instruments, otros dos espacios satisfacen la mirada del curioso: el Muzeum Miniatur y las salas y estanterías del Monasterio de Strahov. Ambos se encuentran en el complejo arquitectónico de Strahovské nádvoří, en el distrito de Hradčany, alrededor del famoso castillo de Praga. Los separan solo unos cuantos pasos: por eso, los reseño en conjunto. Y, sin duda, la visita de uno ilumina la del otro: lo pequeño provoca admiración e inquieta tanto como lo extraño. El Muzeum Miniatur y el Monasterio de Strahov forman parte de mi «ruta de la curiosidad», una pequeña serie de textos sobre instituciones museográficas dedicadas a la conservación y exposición de objetos raros en el territorio de lo que fuera el Imperio Austro-Húngaro: la primera parada testimoniaba mi paso por la Kunstkammer Wien.

El Muzeum Miniatur dice contar con la más grande colección de arte en miniatura de toda Europa. Haciendo eco de su temática, el espacio de exhibición es pequeño, tan solo dos salas que incluyen casi 30 piezas. Cada una de ellas consiste en una obra de arte de formato diminuto («microminiatura»), confeccionada minuciosamente a mano, en cuya superficie se esconde, generalmente, un objeto o ensamblaje que solo puede observarse con un dispositivo óptico adecuado. Las obras fueron creadas por los artistas rusos Nikolai Aldunin (1956–2009), Edward Ter Ghazarian (1923–2012) y Anatoly Konenko (*1954). Casi la mitad de ellas están instaladas sobre la platina de un microscopio, mientras que las demás se encuentran al interior de pequeñas vitrinas unidas a una lupa. Si bien las cédulas anuncian lo que los ojos de los espectadores podrán ver, la emoción del hallazgo solo se completa cuando afinamos nuestra visión y logramos captar el tesoro escondido.

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Fachada del Muzeum Miniatur. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Microscopios de la primera sala. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

Todas las piezas son fascinantes, y su pequeñez se enfatiza a través del empleo de objetos cotidianos, insectos diminutos, hebras capilares. La microminiatura se instala, por ejemplo, cerca del ojo de una aguja o sobre las antenas de un insecto. Si la aguja y el bicho ya son extremadamente pequeños, la pieza artística que sostiene es minúscula.

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Platina con aguja. Sobre ella, una bicicleta dorada. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Bicicleta dorada sobre aguja. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Microscopio con insecto. Sobre sus antenas, un inusual ensamblaje se oculta. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Un desfile de animales salvajes sobre las antenas de un insecto. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

Algo que en particular me llamó la atención es el obvio estatismo de las microminiaturas, que contrasta con el objeto que representan –una bicicleta, un desfile–, y con la agitación de las alas de un insecto antes vivo o de una mano que intenta mantener el pulso para poder coser.

El Muzeum Miniatur es una visita obligada si se viaja a Praga. Aunque la curatoría podría ser más prolija —las cédulas están un poco gastadas, algunos microscopios y lupas algo sucios, y las microminiaturas conviven con souvenirs checos que poco tienen que ver con lo hecho a mano—, la experiencia es fascinante y la mirada estará lo suficientemente agudizada para la próxima parada, el Monasterio Strahov.

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Fachada de la Biblioteca del Monasterio Strahov. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

¿De dónde vendrá el gusto por lo pequeño? ¿De dónde proviene el afán por reunir lo orgánico con lo inorgánico, como en esos pequeños mundos del Muzeum Miniatur que solo pueden ser vistos a través de una lupa? Tengo algunas respuestas escritas por aquí y por allá, y otras que aún ensayo. En todas ellas confluyen el imaginario de los still lifes, el fervor por lo diminuto y lo gigante —contraste que Susan Stewart aborda lúcidamente en su estudio On Longing, de 1993— y la (i)lógica de los gabinetes de curiosidades, esos maravillosos microcosmos que reúnen artefactos confeccionados por mano humana y elementos creados por la naturaleza. El Monasterio de Strahov,  construido hacia el siglo XII, alberga en sus salas teológica y filosófica, una colección de alrededor de 50.000 libros —sobre los temas mencionados, así como también sobre astronomía, ciencia, física, entre otros—, circundada por intrincados frescos, monumentales estantes, globos terráqueos y estatuas de santos.

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Sala Teológica la Biblioteca del Monasterio Strahov. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Sala Filosófica de la Biblioteca del Monasterio Strahov. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

En los pasillos que conducen a ambas salas se encuentra el gabinete de curiosidades que había pertenecido al historiador checo Karel Jan Erben y que fue adquirido por el Monasterio en 1798. Este gabinete reúne especies provenientes del reino animal, vegetal y mineral, así como también obras de arte, armas, instrumentos ópticos, porcelana, retratos, etcétera, objetos que, en su mayoría, hacen resonar la fiebre coleccionista de Rodolfo II,  emperador de la Casa de Habsburgo ente fines del siglo XVI y principios del XVII. El emperador fue conocido como «el alquimista» y su reinado se caracterizó por un tremendo desarrollo cultural, que encarnó a través del coleccionismo. Parte de sus colecciones se encuentran también en la Kunstkammer Wien.

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Vitrina de animales del mundo marino. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Naturalia y Artificialia: piedras preciosas, lupa y retratos. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

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Collage de mariposas. Fotografía de Gonzalo G. Galleguillos.

Como en el Muzeum Miniatur, la curatoría del gabinete de curiosidades es poco cuidada y, de hecho, casi no hay cédulas que den señales sobre la procedencia, la factura y la data de los objetos exhibidos. En la página web del Monasterio hay poquísima información relativa a ellos, salvo las fotografías de una colección de piedras semi-preciosas y de un armadillo disecado, que son acompañadas por datos más certeros.

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Armadillo (Dasypus novemcinctus Linnaeus), 1758. Fotografía de la web del Monasterio Strahov.

Sin embargo, estas carencias alimentan aun más la curiosidad y se tensionan, por ejemplo, con la impecable y elegante curatoría de la Kunstakammer Wien, que no deja espacio para ninguna fisura. Hay algo de negligencia en la conservación y la comunicación del gabinete de curiosidades, es verdad, pero también cierto encanto en ese aparente abandono que nos impulsa a caminar por los pasillos y escudriñar los objetos con inocencia, avidez y sorpresa. Dicen que la palabra curiosidad viene del latín curare, ‘cuidar’, pero por esta vez perdonaré la omisión etimológica.

Muzeum Miniatur
Ubicación: Strahovské nádvoří 11, Praga 1, Praga, República Checa
Horario: todos los días, de 09:00 a 17:00 hrs.
Precio: Adultos: 130 Kč; niños y estudiantes: 70 Kč
Página web: http://www.muzeumminiatur.cz/en

Monasterio Strahov
Ubicación: Strahovské nádvoří 1/132, Praga 1, Praga, República Checa
Horario: todos los días, de 09:00 a 17:00 hrs.
Precio: 120 Kč
Página web: https://www.strahovskyklaster.cz/en/