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Los libros del museo Aga Khan

por Javiera Barrientos G.
Editora CECLI

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El museo Aga Khan, localizado en la ciudad de Toronto, es una verdadera joya de la arquitectura al tiempo que resguarda en su interior un variado abanico de objetos patrimoniales que cuentan, a través de su materialidad, la historia de las culturas islámicas de Oriente Medio. Diseñado por el arquitecto japonés Fumihiko Maki, la forma del edificio inaugurado en 2014 se inspira en la presencia inmanente de la luz, cuyo resplandor—dependiendo de la época del año y del día—crea patrones en las paredes exteriores de granito, engrandece bóvedas y espacios interiores o ilumina el descubierto patio central, donde podemos ser partícipe de exposiciones y conciertos pop-up de música oriental a cargo de excelentes grupos, comunidades o colectivos invitados. El museo cuenta con una gran variedad de espacios: dos galerías de exhibición, áreas de conservación de objetos y arte, un teatro con capacidad para 350 personas y dos salas de clases, en los que se incorporan elementos estructurales y decorativos originados en culturas islámicas a formas propias de la arquitectura occidental contemporánea. Frente al museo es posible encontrarse con el Ismaili Centre Toronto, diseñado por el arquitecto Charles Correa, una gran pirámide de cristal que funciona a su vez como centro cultural y social. Conectados a través de un jardín de espejos de agua y plantas de lavanda crean un vínculo entre las prácticas religiosas y la difusión social de la historia del Islam. 

Ambas galerías, una en el primer y otra en el segundo piso, son el centro y alma del museo. La primera de ellas, hogar de la colección permanente, está organizada como un recorrido histórico a través de distintas materialidades—rescatando por igual objetos suntuosos y de uso cotidiano fabricados entre los siglos VIII y XVII aproximadamente. La segunda, en cambio, aloja colecciones o exhibiciones de artistas contemporáneos que problematizan la estética, política y geografía, entre otros temas, de las culturas islámicas en la actualidad. Tuvimos la suerte de participar de la exposición a cargo de Wafaa Bilal “From Bagdad to Timbuktu: libraries rising from the ashes” de la que escribiré en otra oportunidad.

Dentro de su colección permanente, orientada a las artes decorativas y religiosas, nos encontramos una amplia gama de objetos en los cuales focalizar nuestra atención: baldosas, prendas de vestir, instrumentos musicales, menaje, artes gráficas y caligráficas, fragmentos arquitectónicos y, por supuesto, libros. Las artes del libro islámico, de acuerdo al texto “The history of the book in the Muslim World” del historiador Geoffrey Roper, están intrínsecamente ligadas a la escritura y lectura del Corán. Éste contiene las palabras sagradas del dios Alá transmitidas por el ángel Gabriel al profeta Mahoma entre los años 610 y 632 de la era cristiana. Su importancia en la difusión del Islam, transforma a las sociedades musulmanas, al igual que las cristianas y judías, en lo que Roper llama “a book-centered religion [. . .] because the overwhelmingly powerful revelation had come in the form of a book, textuality became the predominant characteristic of Arab and Muslim cognition processes, and came to permeate Muslim society” (12066). La figura del calígrafo, encargado de copiar las sagradas escrituras, se profesionalizó al punto de contar con talleres propios para la confección de libros u otro tipo de material gráfico, muchas veces utilizado en la elaboración de los llamados Muraqqa’—varias de sus folias pueden apreciarse a lo largo de la exposición—o álbumes en blanco compuestos por recortes de caligrafías, poemas, dibujos, bocetos y pinturas. Estos extractos eran pegados dentro de una misma cuartilla cuyos márgenes se decoraban con motivos florales o geométricos. Primos hermanos del album amicorum barroco, fueron sumamente populares entre las familias reales y aristócratas de Iran, Turquía y la India durante el siglo XVI. 

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Para fabricarlos, encuadernadores iraníes de las dinastías Timurid y Safavid (siglo X), influenciados por artesanos del lacado chino, popularizaron el uso de tapas hechas de papel prensado o papel maché, posteriormente pintado y luego decorado mediante la aplicación de pan de oro o madre perla triturada creando bellos dibujos de idilios naturales o patrones decorativos. La laca era aplicada sobre la superficie final lo que producía un acabado brillante, liso y perfecto para lucir sobre mesas, atriles o altares. Esta técnica cruzó al mundo occidental a través de la península ibérica apropiándose de libros de firmas o álbumes de memorabilia. Su máxima notoriedad la ganó, sin embargo, en las esferas aristocráticas tanto europeas como americanas en la forma de álbumes fotográficos de formatos como el cart-de-visite o el cabinet durante el siglo XIX. A pesar de la inigualable belleza de sus cubiertas, son quizás las cabezadas la estructura del libro musulmán que más llama la atención del ojo avezado. 

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Una cabezada es aquella parte del libro que, como su nombre lo indica, se encuentra cosida a la cabeza o pie del lomo y tiene, a la vez, una función estructural (sujetar el cuerpo del libro a los extremos superior e inferior de su cubierta) y decorativa. Podemos encontrar cientos de formas de coser y crear cabezadas, cada una de las cuales ha sido desarrollada con materiales y esquemas de bordado propios de su región y periodo. Existen con o sin núcleo o alma, simples, dobles y hasta triples, sujetas o no a las tapas del libro y, hoy por hoy, tiras independientes de algodón, lino o poliéster adheridas exclusivamente a modo de resabio estético. El libro islámico medieval, sintetiza J. A. Szirmai en su estudio The Archeology of Medieval Bookbinding, podía tener muchos tipos de cabezada, siendo la más común la con urdimbre y trama de chevrón, compuesta por dos colores contrastantes, en ocasiones dorado o plateado, como señalan Jenny Hille y Jane Greenfield en su libro Headbands: How to Work Them y podemos apreciar en gran parte de los ejemplos aquí expuestos. Esta se confeccionaba sobre una cinta de cuero, superpuesta en la cabeza y pie del lomo del libro y sujeta a ellas mediante “a thread entering the centrefolds of each quire at some distance from the edge, thus forming the wrap; then two different coloured thread are interwoven, thus constituting the weft” (Szirmai 58), como se muestra en el esquema de más abajo.

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Imagen extraida del libro Headbands: How to Work Them de Jane Greenfield y Jenny Hille

Si en su exterior, el libro islámico exultaba notorias y sutiles muestras de ostentación y avezado oficio a través del diseño de tapas de madera o papel prensado y cabezadas de llamativos colores y formas, en su interior de hojas de pergamino, vitela o papel eran las acabadas ilustraciones decorativas lo que llamaba la atención de sus lectores. Si bien la ilustración era considerada un arte secundario con respecto a la caligrafía, gran parte de los libros islámicos contaban con dibujos que embellecían sus márgenes. Las copias más finas del Corán, como explica Roper, contenían frontispicios, capitulares iluminadas (unwäns) e incluso decoración interlinear compuesta de formas abstractas o patrones vegetales, florales y geométricos. Algunos manuscritos de menor interés también contaban con este tipo de ornamentación marginal, lo que demuestra la importancia del libro en la cultura visual y literaria de las sociedades musulmanas presentes a lo largo de la exposición. Aunque este tipo de imágenes se extendía a códices de toda naturaleza, la presencia de escenas pictóricas era rechazada debido a que no se permitía la representación figurativa de las sagradas escrituras. Así, estas se volvieron de dominio secular para acompañar textos literarios, históricos, científicos y eróticos del siglo XIII en adelante (Roper 12175). 

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Uno de estos libros fue el Shahnameh o el Libro de los Reyes, una épica que cuenta la historia de cincuenta famosos y heroicos reyes persas desde tiempos míticos hasta el fin del Imperio Sasánida (226-661). Consiste en casi 60.000 coplas rimadas y es una de las épicas más largas que se han escrito en la historia. No fue sino hasta el año 1010 que el poeta persa Abu’l Qasim Firdausi Tusi (925-1020) completó el poema presentándoselo al Sultán Mahmud de Ghazni para su confección por parte de expertos en las artes del libro. Considerado una obra maestra de la ética y la virtud real, el volumen en posesión del museo Aga Khan es una de las dos copias ilustradas por el pintor e iluminador Mu’in Musavvir hacia finales del siglo XVII. Su estilo vibrante y colorido, así como su representación de la moda y masculinidad de la corte safavid, lo convierten en un deleite para quien lo observa y una interesante pieza histórica para quien estudia su materialidad. 

La escena que más llamó mi atención debido a su posición dentro de la página y a la maestría con la que fue ejecutada, es aquella que retrata al joven príncipe Siyavush, quien, acusado en falso por la mujer de su padre, debe probar su inocencia saliendo ileso al cruzar una gran llamarada de fuego. La titilante luz de la vela o la incandescente luz solar gracias a las que muy probablemente fue leído el Shahnameh, se reflejaban en el oro adherido a la página y hacían a cada una de estas escenas cobrar vida. El fuego y el príncipe, huyendo de los márgenes de la caja de texto manuscrito, son uno en tantos ejemplos de la maestría con la que iluministas de distintas épocas fueron capaces de capturar el movimiento a través de la naturaleza de los pigmentos que utilizaron para la composición sus imágenes. 

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Para su exhibición gran parte de estos libros tuvieron que pasar por un acabado proceso de conservación y reencuadernación que estuvo a cargo de la encuadernadora inglesa Kathy Abbott–cuyo trabajo pueden ver aquí. Esta empresa debe ser llevada a cabo con sumo respeto histórico y arqueológico, como se observa en su delicada confección de las cabezadas mostradas más arriba. Hijo de una cultura heterogénea rica en visualidad, el libro islámico es solo uno de los objetos que podemos explorar y descubrir dentro del museo Aga Khan. Más allá o más acá de él quedan todavía cientos de mundos que recorrer. 

Aga Khan Museum
Ubicación: 77 Wynford Drive, Toronto, Ontario M3C 1K1
Horario: martes a domingo de 10 a 18 hrs / miércoles de 10 a 20 hrs.
Precio: CAD 20.00 general,  CAD 10.00 estudiantes y gratis los miércoles de 16-20 hrs.
Sitio web: http://agakhanmuseum.org/

Bibliografía

Greenfield, Jane y Jenny Hille. Headbands: How to Work Them. New Castle: Oak Knoll Press, 1996.

Roper, Geoffrey. “The history of the book in the Muslim World”. The Book: a Global History. Eds. Michael Felix Suarez y H. R. Woudhuysen. Oxford: Oxford University Press, 2013. Kindle.

Szirmai, John A.  The Archaeology of Medieval Bookbinding. United Kigdom: Routledge, 1999.


Fotografía crédito de Javiera Barrientos G.