Evento

Diarios del cacerolazo

por CECLI

Una mujer de unos 60 años, de pelo corto y lentes gatunos, detiene su rápida caminata frente a las dos mesas que dispusimos para nuestros «Diarios del cacerolazo». Está intrigada: observa con curiosidad a quienes escriben sobre unas fichas de colores, con sus cacerolas y cucharas enfrente, y también a quienes golpetean sus lecheros mientras un micrófono peludo graba su inconfundible sonido. Se acerca más y pregunta qué está pasando en ese costado fresco del frontis del Museo Nacional de Bellas Artes el sábado 2 de noviembre, apenas a 14 días comenzado el Estado de Emergencia declarado por el presidente Sebastián Piñera en Chile la noche del 19 de octubre. Une de nosotres le contesta y ella transita de la intriga a la conmoción. O, más bien, a la emoción. De pronto, un puente invisible nos une con esa desconocida, una complicidad, un sentido de comunidad que excede lo barrial. Promete volver cuando termine de hacer un trámite pendiente al otro lado del río. Cuando regresa, viene acompañada de su cuchara y una pequeña paila. Completa la ficha técnica, contempla la medición de su artefacto, posa con él y lo agita del mismo modo en que lo hace cuando sale a marchar o se asoma a su ventana a cacerolear. Cuando finaliza el registro visual y sonoro, nos abraza, se despide y se va, probablemente, con un poquito más de optimismo.

«Diarios del cacerolazo» es una intervención que responde a la materialidad de los recientes movimientos sociales y levantamientos populares en Chile. A partir del alza en 30 pesos en la tarifa del metro, una serie de eventos–desde la masiva evasión en el transporte público originada por escolares hasta concentraciones multitudinarias en puntos neurálgicos de la capital y de todo el territorio–se han sucedido con la finalidad de exigir una modificación en las legislaciones en pos de a un país más justo y menos desigual. Las protestas han estado marcadas por complejas jornadas donde el gobierno ha decidido sacar los militares a la calle e imponer el toque de queda, avalar fuertes represiones por parte de Carabineros de Chile que han tenido como resultado la muerte, mutilación, desaparición y violación de los Derechos Humanos de cientos de personas y desmantelar el entramado y la organización social en base a la violencia urbana. Sin embargo, también han estado cruzadas por la unión y la solidaridad barrial, por el despliegue cultural y artístico, por la recuperación del espacio público y el sonido, infaltable, de las cacerolas que rugen protestando por un cambio en el modo en que organizamos nuestra sociedad, economía y política.

Junto a Diarios de guerra, colectivo documental y artístico, decidimos recobrar la dignidad de estos objetos cotidianos, de estas armas domésticas de protesta con la finalidad de documentar su historia y también su materialidad física y sonora. Las cacerolas y cacerolazos han sido fundamentales para demostrar el descontento social que se vive hoy en Chile y en Latinoamérica en general. Hacerlas visibles nos permite estrechar los lazos entre propietaries y objetos, pensar en la portabilidad de ciertos artefactos diseñados para ser empuñados en la cocina y que, gracias a la contingencia, se han convertido en los más propicios para salir a manifestarse, revalorizar lo roto como expresión de lucha y resistencia pero, sobre todo, encontrarnos en un contexto diferente al de las marchas, en un espacio también público pero perimetrado por un halo de la intimidad del hogar que despiertan las cacerolas.

Nos gustaría agradecer profundamente, en esta primera intervención de varias por venir, a quienes llegaron el sábado pasado con sus cacerolas al frontis del Museo Nacional de Bellas Artes. A sus palabras sinceras y esperanzadoras, a compartir con nosotres sus objetos íntimos que cobran un sentido político en el espacio público de la marcha y de la ventana. Si bien participaron personas que invitamos a través de nuestras redes sociales, nos sentimos muy felices de saber que hubo aquellos que quisieron hacerse parte de manera espontánea. Agradecemos también a Benjamín Matte por compartir parte de su registro fotográfico, que acompaña esta nota. Finalmente, damos las gracias a la 14 Bienal de Artes Mediales por su patrocinio.

Creemos que las cacerolas, como tantos otros objetos resignificados por estos días, gritan, ceden, nos acompañan y también resisten a nuestro lado.